Ensayo

Crisis, seguridad humana e incendios


Paisajes desoladores

No se puede continuar haciendo política con los escenarios de estabilidad del siglo XX, en los que entendíamos perfectamente cada una de las estaciones. Aunque en los incendios actuales se ha destacado presuntas intencionalidades, la voracidad de estos se relaciona con la intensificación de la crisis climática y ecológica. Esto, dice Pamela Poo, solo puede ser resuelto si los políticos dejan de lado su mezquindad y empiezan a trabajar en pro de la seguridad humana.

Foto de portada: Gonzalo Zuñiga

Durante el siglo XX pudimos disfrutar de manera estable de las cuatro estaciones del año. Desarrollamos diversas prácticas para darle la bienvenida, sobre todo a la primavera y el verano: carnavales, festivales, descanso estival, renovación de la vestimenta. En el relato de nuestros abuelos y abuelas, la primavera era una fiesta real, era el momento del año en donde se preparaban con su mejor vestimenta para esperarla. 

Todo ha cambiado. 

Hoy el cambio de estación comienza a representar verdaderas preocupaciones: en pleno siglo XXI, las estaciones se encuentran desdibujadas, las diferencias entre una y otra se diluyen porque experimentamos y vivimos la crisis climática y ecológica. Hoy las estaciones representan amenazas: incendios, inundaciones, olas de calor, sequías extremas, entre otros fenómenos. 

El invierno y verano representan ese espacio de tiempo cuando se intensifican los fenómenos climáticos extremos, que desatan realidades dantescas. De forma constante vemos pérdidas de vidas, ecosistemas y bienes materiales. Paisajes desoladores.  

Nos encontramos en un punto en que nuestros deseos deben manejarse con equilibrio. En invierno queremos que caiga agua para poder sobrellevar la sequía. Pero a la vez no deseamos que se desaten lluvias intensas y extremas, porque son caldo de cultivo para que se produzcan aluviones e inundaciones. En junio de 2023, por ejemplo, vivimos un río atmosférico de proporciones con graves pérdidas. 

Télam

Y en este verano 2024, aunque queramos calor, nos encontramos con olas de calor extremas que, mezcladas con el viento y la humedad, desatan incendios voraces. Como el que está ocurriendo en la Región de Valparaíso principalmente en Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana y Limache. Esta situación desoladora nos ha dejado con más de 120 fallecidos, cientos de desaparecidos, ecosistemas arrasados y la pérdida estimada de 14 mil viviendas. A la voracidad del incendio de este fin de semana, ya le antecedieron los mega incendios de los veranos de 2023 y de 2017, cuando las olas de calor y las condiciones para que el fuego se propagara no dejaban a nadie indiferente. 

***

El informe “Incendios en Chile: causas, impactos y resiliencia del CR2”, de 2020, menciona que del total de incendios registrados a nivel nacional durante el periodo 1985-2018 por la Corporación Nacional Forestal (CONAF), solo fue posible determinar la causa del 89%. De estos, el 56% fueron accidentales, 32% intencionales, 11% sin causa conocida y menos del 1% naturales, causados principalmente por rayos.  

Aunque actualmente se ha destacado la intencionalidad de estos fenómenos, la voracidad de estos se relaciona con la intensificación de la crisis climática y ecológica. Crisis que, además, son generadas por el modelo de desarrollo que hemos llevado hacia adelante. 

Gonzalo Zuñiga

Diversos grupos políticos, especialmente de extrema derecha, han hecho un emplazamiento constante por tener mayor seguridad ante el recrudecimiento de los delitos. Si bien es un tema que todos los países deben abordar, ha habido una lógica de hacer ver que es nuestro único problema y que la agenda debiese ser ocupada solo por los temas de delincuencia y violencia, dejando fuera otras dimensiones de la seguridad humana.

Si queremos abordar las amenazas del cambio de estación y la intensificación de la crisis climática y ecológica, la respuesta del mundo político –tanto desde el Ejecutivo como del Legislativo– debe ser ocuparse de la seguridad humana, para abordar holísticamente las amenazas que implican ambas crisis. Por eso es importante generar políticas públicas que le permitan a la ciudadanía contar con seguridad en la salud, en la economía, en el acceso a alimentos sanos y de calidad, en lo ambiental, como también la seguridad personal, comunitaria y política. Solo esto entregaría una batería de herramientas para los diversos problemas que existen, entre ellos los fenómenos climáticos extremos y la vulnerabilidad, tanto de las personas como del país, ante ambas crisis. 

Los graves incendios e inundaciones de los que hemos sido testigos requieren que se integre la lógica de la seguridad humana. Hoy el Estado está actuando de manera curativa, cuando la catástrofe ya se desató. Necesitamos avanzar en medidas preventivas y la ciudadanía debe ser parte de ello, porque tiene mucho por decir y aportar de forma activa. 

También se hace urgente que el mundo político salga de la división en la que se encuentra. Las crisis que estamos viviendo requieren de una mirada país en donde dejen de buscar el hablar a su propia galería, los problemas existentes son más grandes que esa mezquina actitud. A su vez, se requiere de un Ejecutivo que priorice las medidas que aborden los temas de incendios y otros relacionados. 

Existen mociones y mensajes que requieren una tramitación expedita, como las que abordan el tema del cambio de uso de suelo (boletín 16335-14), el que los municipios puedan hacer cortafuegos en terrenos poblados (boletín 15741-01), el que las forestales ingresen a estudio de impacto ambiental (boletín 11696-12), que exista una ley que se ocupe del arbolado urbano (boletín 14213-12), contar con un Servicio Nacional Forestal (boletín 11175-01) y la implementación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, entre muchas otras más. El Ejecutivo debe respaldar esas mociones, tanto por la necesidad de establecer funciones como por el presupuesto que dichas iniciativas debieran tener. 

***

Lo inmediato, no quedan dudas, es salir de la emergencia en la que se encuentra la Región de Valparaíso. Pero después no podemos olvidar lo ocurrido. 

El gobierno actual y los futuros necesitan tener una mirada de mediano y largo plazo. Las instituciones y quienes las encabezan deben asumir los efectos que está produciendo la crisis climática y ecológica. Entiéndanlo: las crisis lo están cambiando todo. No se puede continuar haciendo política con los escenarios de estabilidad del siglo XX, en los que entendíamos perfectamente cada una de las estaciones. 

Si se quiere de verdad avanzar en la preparación de la ciudadanía a enfrentar las dificultades de esta nueva realidad, se debe integrarla en los proyectos, políticas públicas, en la economía y otras áreas. También se debe imperativamente integrar las soluciones basadas en la naturaleza y la adaptación, dejar de intensificar el extractivismo y el uso intensivo de los territorios, dejar de perder ecosistemas claves y abandonar las soluciones grises y los tecnoptimismo. 

De seguir en esta senda, solo se sube la apuesta para que haya desastres cada vez más intensos. Solo se sube la apuesta de cambios de estación que nos producen inseguridad y ansiedad. Y la constante pregunta: ¿Qué nuevo evento climático extremo se puede desatar?