Ensayo

Trauma, memoria y la esquiva libertad


Te busco: el misterio más grande de Las Raras

Un atropello, un evento clave en la biografía de Catalina May -periodista chilena y directora de Las Raras-, se transforma en un signo de interrogación; un trauma hecho de silencios y espacio vacío. En su faceta de fan, Rodrigo Mayorga escucha los dos primeros episodios del podcast y concluye: “reconstruir lo ocurrido no es un capricho, sino la esperanza de recuperar lo vivido y enfrentar así el trauma”.

"Te busco" es una coproducción de Las Raras con Podium Podcast. Equipo de investigación: Pablo Álvarez, Sebastián Palma y Rodrigo Fluxá, de Tensa Calma.

A Catalina May casi la matan hace veinte años. Cruzaba la calle una noche y un auto la atropelló a toda velocidad. La arrojó varias decenas de metros hacia adelante, dejándola quebrada, con amnesia y un trauma a cuestas que sanaría aún más lento que su cuerpo. Todo ocurrió en la esquina de Cristóbal Colón y Domingo Bondi, en Santiago, la misma esquina a la que yo llegaría a vivir siete años después de aquel accidente. En los casi diez años que habité ese departamento, solía quedarme escribiendo hasta tarde en mi escritorio. Cuántas veces no detuve mi trabajo ante ese ruido inconfundible de un auto que intenta frenar de improviso. Así es como debe escucharse la expectación, eso que nos hacer tensar los músculos al oír ese chirrido, a la espera del estruendo que no sabemos si vendrá. Para uno, espectador lejano e involuntario, son instantes que parecen durar horas. Para quienes los viven, esos segundos pueden efectivamente extenderse por años y décadas, tatuados a fuego en el cuerpo y la memoria.

Catalina May es, además, parte de la dupla detrás de Las Raras, uno de los podcasts chilenos más exitosos y premiados de la última década.  Creado junto al ingeniero en sonido Martín Cruz bajo la consigna “historias de libertad”, Las Raras se ha caracterizado por brindar relatos de personas que desafían la norma, buscan transformar el mundo que habitan o, simplemente, deciden desprenderse de un peso que llevan consigo y que limita sus movimientos. A través de un trabajo de sonido meticuloso y cuya impronta principal son los detallados paisajes sonoros que acompañan cada historia se ha convertido en un referente de la escena podcastera chilena y latinoamericana. Llegué a Las Raras cuando recién iban en la segunda de sus ya seis temporadas, mientras buscaba, sin mucha esperanza, algún producto nacional que despertara en mis oídos emociones similares a las de clásicos anglo como Serial o This American Life. No me fui nunca más.

Te Busco es el nombre del recientemente estrenado podcast de May y Cruz. Relata la historia detrás de este accidente y, a su vez, cumple el papel de séptima temporada de Las Raras. Para oyentes asiduos, esto último puede parecer contraintuitivo. Primero, porque Las Raras se caracteriza por historias autoconclusivas, mientras que Te Busco es un relato serializado a través de ocho episodios sucesivos. Segundo, porque Las Raras suele narrar en tercera persona, pero, para relatar la historia de su propio atropello, la voz de May adopta, por razones evidentes, la primera persona singular. Y tercero –quizás lo más importante– porque Te Busco se define a sí mismo como “un policial” y, ¿cómo puede haber libertad en un género que se define por todo lo contrario? 

Los dos episodios iniciales de Te Busco funcionan, efectivamente, bajo ese registro. El primero, El Atropello, presenta el caso –el accidente en que Catalina May casi pierde la vida– y el misterio – la identidad del hombre que conducía el vehículo que la atropelló. Es un misterio sui generis, porque no hay crimen ni fugitivo, sino solo la necesidad de encontrar una pieza perdida –¿acaso la más importante?– de un puzle que no deja tranquila a la narradora, al punto de llevarla a recrear la “escena del crimen” gracias a los recuerdos fragmentarios de tres amigos que la acompañaban esa noche. El segundo episodio, Los Investigadores, lleva esta búsqueda un paso más allá, ahora definiendo caminos a seguir y preguntas que responder, como si May y Cruz estuvieran armando, con chinches de colores y cordeles, su propio tablero de pistas. Con un cuidado diseño sonoro que evidencia los años de aprendizaje de Las Raras, el episodio expone una serie de procedimientos investigativos que en otro contexto resultarían tediosos – los intentos por encontrar un parte de policía probablemente ya incinerado o la interpretación de los tecnicismos de una ficha médica escrita con literal letra de doctor – pero que aquí parecen escenas de cine noir.

El misterio más grande aquí, en todo caso, no es la identidad del conductor del vehículo. El misterio más grande es por qué Las Raras ha decidido hacer un podcast policial, un registro en principio ajeno a aquello a lo que sus creadores nos tienen acostumbrados. Más de algún fan purista habrá ariscado la nariz al enterarse de Te Busco, sobre todo considerando que el policial es un género que ha proveído algunos de los mayores éxitos comerciales del mundo del podcast. ¿Es este el fin de Las Raras como las hemos conocido hasta ahora? ¿Tendremos que ir a otro lado en busca de inspiradoras historias de libertad? Habiendo escuchado los dos primeros capítulos de Te Busco, me atrevo a decir que no. Y mi principal razón para afirmarlo, radica en Serial.

Mencioné a Serial en este mismo texto, un poco más arriba. Fue, sin duda, el podcast que lo cambió todo. La investigación de Sarah Koenig sobre el asesinato de la estudiante Hae Min Lee y su intento por descubrir si su ex novio Adnan Syed – quien a la fecha de la grabación del podcast llevaba ya más de una década tras las rejas – era culpable o no, fue escuchada por decenas de millones de personas en todo el mundo, sacando a los podcasts de su espacio de nicho y convirtiéndolos en un formato masivo. Por supuesto, el género policial jugó un papel importante en ello, especialmente esa duda con la que uno se quedaba al final de cada episodio respecto a la culpabilidad de Syed. Pero el podcast de Koenig era mucho más que eso: Serial era también sobre cómo eran percibidos los musulmanes en el Estados Unidos pre-9/11, las relaciones entre minorías al interior de ese país, las evidentes falencias del sistema judicial norteamericano y sus potencialmente aún más trágicas consecuencias. Lo que hizo a Serial irrepetible fue haber sido un policial donde las historias humanas detrás del caso terminaban importando lo mismo – o más – que el misterio que había por resolver.

Algo similar ocurre con Te Busco. En la superficie se trata de un policial, pero basta hurgar un poco para que temáticas más profundas emerjan. Tras escuchar los primeros dos episodios, hay al menos un par que se me hacen evidentes. La primera de ellas es la memoria, porque el atropello de May no solo casi la mata, sino que la deja sin recuerdo alguno de lo ocurrido. Un evento clave en su biografía se transforma así en un signo de interrogación; un trauma hecho de silencios y espacio vacío. Reconstruir lo ocurrido no es un capricho, sino la esperanza de recuperar lo vivido y enfrentar así el trauma. May abraza esa esperanza de manera literal, como se escucha en el episodio en que accede a su ficha médica y se aferra a ella, anunciando en modo “es broma, pero si quieres no es broma” que quiere llevársela consigo. Es que el pasado solo puede reconstruirse a través de esos fragmentos que han sobrevivido al paso del tiempo y nadie puede asegurar que lo hayan hecho: el fuego puede haber incinerado un parte policial o el seguro obligatorio de accidentes personales corresponder a una empresa y no al conductor, y con ello basta para que rincones oscuros no puedan ya volver a ser iluminados. Peor aún, la ausencia de la memoria esconde un riesgo siempre presente al recuperar algo que se desconoce. Uno de los periodistas de investigación que se integran a la búsqueda al final del primer episodio, lo dice mejor de lo que podría hacerlo yo: “Ten en cuenta que siempre está la posibilidad de que lo que encontremos no te vaya a gustar”.

La afirmación anterior se siente como un golpe al mentón, sobre todo considerando la segunda temática de fondo en Te Busco: la culpa. En julio de este año, en el contexto de la producción de este podcast, Catalina May se volvió viral al publicar un misterioso anuncio en la prensa: “El 30 de octubre de 2003 me atropellaste en Colón con Domingo Bondi. Fue mi culpa. Casi muero. Después de 20 años quisiera hablar contigo”. A lo largo de los dos primeros episodios de Te Busco, la misma interpretación se repite: la narradora señala que la “versión oficial” es que el accidente fue su culpa y así también se lo confirman sus tres amigos que la acompañaban esa noche. Sin embargo, May no parece del todo convencida de ello. Hay algo en el tono que su voz adopta de tanto en tanto que la delata, que revela que no es claro que quiera llegar a convencerse siquiera. ¿Cómo no comprenderla? Unir por medio de un punto seguido las cláusulas “Fue mi culpa” y “Casi muero”, vivir sobrellevando el peso de esa secuencia causal y todo lo que ella implica, no puede ser fácil. El final del segundo capítulo, entrega nuevas pistas que apuntan en esta dirección: el trauma que se intenta resolver a través de la memoria no parece ser causado por un vehículo que impacta de improviso, sino que por la duda quién sabe que pudo haberlo evitado y no sabe por qué no lo hizo.

Habiendo oído solo dos episodios de Te Busco, no puedo decir aún si es una “historia de libertad”. Lo que sí puedo decir ya es que es una historia de una mujer que busca esa libertad y que está dispuesta a exponerle al mundo los espacios más frágiles de su ser para lograrlo. En ese sentido, Te Busco es Las Raras en su máxima expresión. Si Catalina May logra o no encontrar la libertad que los protagonistas de sus temporadas pasadas sí hallaron, está aún por escucharse. Al menos yo estoy ansioso por hacerlo.