Ensayo

“Los Hiperbóreos” en Cannes


Un nuevo capítulo a la historia de la infamia en Chile

Han animado segmentos de “Beau tiene miedo” con Joaquin Phoenix y de Ari Aster; han hecho videoclips de PJ Harvey y Thom Yorke y su obra prima “La Casa Lobo” fue catalogada dentro de las mejores animaciones en la historia del cine. Ahora los directores chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña revelan en la Quincena de Cineastas su segundo largometraje: “Los Hiperbóreos”, un alucinógeno relato con Antonia Giesen que mezcla animación, títeres y actores y pone el foco sobre la polémica figura del nazi chileno Miguel Serrano. El dúo vuelve a reflexionar sobre pasajes infames de nuestra historia.

“Los Hiperbóreos” es un alucinógeno relato con Antonia Giesen que mezcla animación, títeres y actores. Un espectáculo visual donde en cada esquina salta gracias al resorte de la fantasía y la ciencia ficción una sorpresa más llamativa que la anterior. Escenografías pintadas a la usanza del pionero del cine Georges Méliès, artilugios naïves del cine mudo, cabezas ¿de papel maché? parlantes, historias dentro de las historias, una IA con una expresión demasiado conocida y un reguero de conspiraciones paranoides son parte del cóctel ofrecido a la vena por León & Cociña en un packing surrealista y divertido.

Pero aún así, frente a toda esa florida competencia de elementos imaginativos e incluso inverosímiles, una de las secuencias más delirantes de “Los Hiperbóreos” (recalcando que la segunda película de Cristóbal León y Joaquín Cociña es toda delirante) es un segmento donde lo que se dice y escucha es por cien por ciento real. 

Aunque suene absurdo. Fuera de toda lógica, se trata de algo real. 

En la primera proyección de “Los Hiperbóreos” en Quincena de Cineastas, en el Festival de Cannes, los asistentes miran cómo Antonia Giesen, la protagonista y uno de los pilares fundamentales de la cinta, está escuchando dentro de la historia una voz en off que le explica quién fue Miguel Serrano: un poeta, embajador, amigo de Carl Jung e intelectual chileno del siglo pasado que defendía el nazismo, que negó las violaciones a los derechos humanos en Chile y que creyó hasta el final de sus días que Hitler nunca se suicidó, sino que huyó a un paradisíaco refugio en la Antártida. 

Miguel Serrano y su controvertida figura clave en el esoterismo nazi y su creencia de que la “raza aria” provenía de la mítica Hiperbórea de los griegos, para él ubicada en el Polo Sur como anota en su libro “El ciclo racial”, suena como una afiebrada ficción que empalma y combina perfecto con el mundo develado por esta inclasificable pieza de León & Cociña. Una locura más dentro de la locura general de “Los Hiperbóreos”. Pero no. El “real” ¿legado? de Miguel Serrano se suma como parte del original y enrevesado insumo de esta nueva creación de dos de las mentes más lúcidas del cine chileno actual: Cristóbal León y Joaquín Cociña, dos artistas que no vienen del mundo del cine propiamente tal. Y quizás por eso su manera de hacer cine es más auténtica, singular, culta, arriesgada y jugada que los otros peces del endogámico ecosistema fílmico chileno.

Y más que cine propiamente, lo que hacen León & Cociña es un continuo loop entre instalación artística, animación experimental y declaración política. Una enumeración que literalmente define el tren de acciones en la reciente manufactura de su arte. León & Cociña trabajan desde una instalación de arte, una que usa la animación como herramienta de declaración política, y desde donde el ciudadano de a pie, asistente a dicha instalación, puede ser testigo y parte incluso de la creación de la pieza en cuestión. 

Así fue por ejemplo con “La Casa Lobo”, su formidable obra prima y un cuento de terror sobre Colonia Dignidad, el enclave nazi en Chile protegido y amparado por la dictadura cívico-militar incluso después de recuperada la democracia “protegida” de la transición. Las personas podían ser parte del proceso de animación mientras el rodaje mismo (vía stop motion) “era” la instalación. 

Algo parecido ocurrió con “Los Hiperbóreos”: en el galpón de Artes Visuales del centro cultural Matucana 100, convertido en un gran set, filmaron buena parte de este experimento formal mientras el público podía observar e incluso aportar a la cocina creativa. 

En 2022 en Matucana 100, durante la exposición  de “Los Hiperbóreos” (que también fue el “rodaje” de “Los Hiperbóreos”) los dos creadores firmaban esta declaración sobre su modus operandi

“Esta exposición de 'Los Hiperbóreos' continúa el proceso creativo iniciado con 'La Casa Lobo', largometraje animado que realizamos en más de 15 lugares de exhibición. Esta vez, queremos realizar una experiencia similar, pero para una producción que incluye a una actriz. Desde hace tiempo que estamos probando distintas formas de convertir nuestros procesos en obras y nuestro taller en una instalación abierta y mutante, pues nos parece que el proceso de nuestras obras (y de la mayoría de las obras) es casi siempre más interesante que el resultado final. Queremos que nuestras muestras sean espacios vivos y dinámicos, intentamos pensar el espacio de arte como un taller, una casa en construcción, un mercado persa, un basural, una escuela y un parque de diversiones. 'Los Hiperbóreos' es el experimento más grande que hemos realizado en esta línea de trabajo”.

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León & Cociña estudiaron en la PUC (arte y diseño respectivamente) y uno de sus primeros trabajos fue “Nocturno de Chile”, de 2008. Está firmado además junto a su seminal colaborador Niles Atallah. “Nocturno de Chile” se mostró en el Museo de Artes Visuales en Santiago como parte de la exhibición de video arte “Máquina Blanda” y se trató de una instalación de dos cortometrajes de animación empalmados uno con el otro. Es decir, dispuestos uno al lado del otro como si fueran habitaciones contiguas separadas por una pared. Mientras uno de los cortos era sobre una tertulia de escritores, el otro mostraba una secuencia de tortura. 

El visionado simultáneo de ambos trabajos remitía a hechos reales, pero ficcionados en “Nocturno de Chile”, de Roberto Bolaño. La escritora María Canales que aparece en el libro está inspirada en verdad en la oscura figura de Mariana Callejas, escritora, agente de la DINA y pareja del también terrorista estadounidense Michael Townley (responsable del asesinato de Orlando Letelier, Ronni Moffitt y Carlos Prats) y en cuya casa de Lo Curro se llevaban a cabo tertulias y talleres literarios mientras en otras habitaciones se torturaba y martirizaba a opositores del régimen de Pinochet.

Roberto Bolaño sobrevoló como un espíritu inspirador también en el espacio aéreo de “Los Hiperbóreos” durante su gestación como proyecto. La lectura de “La literatura nazi en América” fue de alguna manera la visa que usaron León & Cociña para cruzar la frontera entre realidad y fantasía; para saltarse el registro meramente documental con tal de arropar lo real en las vestiduras de la delirante ficción… y la ficción animada. ¿La razón? Esa gran obra de Bolaño antologa ficticias biografías de escritores y poetas americanos simpatizantes del nazismo, como la del infame Carlos Ramírez Hoffman rebautizado como Carlos Wieder en la “secuela” de “La literatura nazi en América”,  “Estrella Distante”.  Entonces, el uso de la ficción sobre la horrorosa normalización del nazismo fue parte de la inicial cantera creativa de “Los Hiperbóreos”.  

Pero “Los Hiperbóreos” establece un punto de quiebre. Una bisagra estéticamente interesante en el cuerpo de trabajo del dúo. En este largometraje, por primera vez, han incorporado actores y, por ende, acciones live-action entrecruzadas con animaciones e incluso marionetas con las cabezas de los propios directores. Así es: León & Cociña son personajes y se interpretan a sí mismos (o más bien los muñecos que replican sus facciones hacen de ellos) y esa condición de meta-relato también alcanza para Antonia Giesen, quien se interpreta a sí misma tanto en calidad de sicóloga (que lo es) como de actriz (que obviamente también lo es) en este filme sobre un filme perdido. 

Se nos dice al inicio que la película original que estaban haciendo se perdió producto de un robo y que esta nueva representación trata de rescatar las ruinas de lo que quedó en pie: casi nada. Con las mismas herramientas usadas por surrealistas como David Lynch y Luis Buñuel, ambientes torcidamente envolventes, pesadillas convertidas en acciones, Antonia Giesen como Antonia Giesen entra en la psiquis de un paciente suyo y lo que se abre es un portal a los sueños, delirios y el paradigma afiebrado y esotérico de Miguel Serrano: un marco onírico bajo el cual aparece en una realidad distópica la cabeza de Jaime Guzmán trastocada en una IA holográfica que le ordena a la protagonista, ahora vestida de carabinera, una compleja misión. 

Un muñeco de Jaime Guzmán, animado con cordeles y técnicas manuales que no se esconden bajo la invisibilidad del Photoshop, también sale en escena convertido en un “invunche”: un ser deforme y monstruoso de la mitología mapuche y chilota, con la cabeza hacia atrás, inclinado y con una de sus piernas pegada a la espalda. 

La monstruosidad y lo macabro asociado al horror del fascimo en Chile se toma de la mano en “Los Hiperbóreos” con el expresionismo alemán: cuna de todos los monstruos en el cine, ¿no? Cada puntada en la costura de los trabajos de León & Cociña está hecha con un enorme conocimiento de causa. Cada guiño y referencia al arte, al cine, a la historia tiene su razón de ser. Y no importa que esas costuras se vean. Que se noten los cordeles que mueven a los muñecos, que se note que la escenografía está pintada y es falsa. No importa que Antonia Geisen haga como que maneja una motoneta frente a unos decorados y no se está moviendo. No importa que se vea el artificio actuando como tal porque es más fuerte el pacto cómplice entre León & Cociña y los espectadores. 

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El director de cine estadounindese Ari Aster, la mente maestra detrás de los filmes de terror “Midsommar” y “Hereditary”, quedó deslumbrado con su largometraje “La Casa Lobo”. Es decir, León & Cociña removieron con el horror del nazismo en Chile al hombre que mejor ha removido y asustando a las audiencias de cine del mundo en el último tiempo.  

Ari Aster luego produjo el siguiente trabajo de los chilenos: “Los Huesos”, un cortometraje de animación sobre una adolescente de 15 años que invoca a los huesos de dos almas en pena. Hasta ahí todo suena como si no quiere la cosa. Terror promedio. Pero la premisa del corto es explosiva: bajo el juego de que se trata de la primera animación en stop-motion del mundo, de 1901 y excavada y reencontrada en Chile en 2021, el metraje de 16mm documenta cómo Constanza Nordenflycht, esposa adolescente de Diego Portales, realiza justamente el ritual para convocar a los espíritus de los dos ideólogos de la oligarquía de Chile: el garante de la Constitución de 1833, Diego Portales;  y el ideólogo de la Constitución de 1980 y colaborador de Pinochet, Jaime Guzmán.

En medio del fracasado proceso constituyente que vivió Chile, justamente buscando reemplazar la Constitución del tirano, el cortometraje removió e incomodó conciencias (la verdad duele, dicen). Sin embargo, cuando fue estrenado en 2021 en el Festival de cine de Venecia, ganó el Premio a Mejor Corto. Y tras un largo recorrido por festivales, el MoMA, Museo de Arte Moderno de Nueva York, seleccionó a “Los Huesos” para ser parte de la colección permanente junto a obras de Yoko Ono, Andy Warhol, Chris Marker, Jean-Luc Godard, entre otros ilustres artistas de talla mundial. 

Lo que vino después de “Los Huesos” se mezcla con la fantasía que destilan sus imposibles animaciones. Ari Aster convocó al dúo chileno para animar una secuencia clave de “Beau tiene miedo”, película de A24 y  protagonizada por un excepcional Joaquin Phoenix como Beau: un hombre atrapado dentro del circuito cerrado de angustia paranoide y depresiva. 

“Con ‘La Casa Lobo’, León & Cociña me parecieron los claros sucesores de Jan Svankmajer y los Quay”, explicó Ari Aster a la prensa estadounidense. Aquí parecen canalizar a Ladislas Starevich y Joel-Peter Witkin, al tiempo que afinan su extraña e inconfundible firma. ‘Los Huesos’ es una película brillante de dos cineastas absolutamente singulares”.

Las animaciones de los chilenos para “Beau tiene miedo”, hechas con un equipo de una veintena de artistas, son el corazón de la película y en ellas Beau, el atormentado personaje de Joaquin Phoenix, se adentra más y más en un vórtice de locura y delirio a través de escenarios que parecen sacados de libros de cuentos y en los cuales la figura recortada del protagonista deambula hacia su sino trágico. 

Quizás en Chile no estamos tan conscientes de la relevancia internacional que está alcanzando el dúo León & Cociña. En junio del año pasado se lanzó el videoclip que realizaron para la estrella PJ Harvey, “I Inside the Old I Dying”: una oscura animación que es pura manifestación nihilista. Y en 2022 debutó el impresionante videoclip “Thin Thing” para la banda alternativa del frontman de Radiohead, Thom Yorke, llamada The Smile. No tiene precio ver las cabezas de papel maché con las facciones de Yorke, Jonny Greenwood y Tom Skinner coronando una enredadera animada. 

Inclasificables y de sumo originales y pese a los encargos internacionales, estos creadores chilenos en general asumen su carrera bajo el norte de la famosa frase acuñada por Denis Villeneuve: 

“Stay Intact”… “Manténte intacto”. 

Y esa pureza sigue flameando fuerte en el centro de “Los Hiperbóreos”: la nueva y animada pesadilla en la que vuelven a denunciar la historia de la infamia en Chile.