Ensayo

Eduardo Galeano y el colapso climático


Una nación llamada Basura

En 1994, cuando la emergencia socioambiental era un diagnóstico y no un hecho, Eduardo Galeano publicó Úselo y Tírelo, un libro que reúne historias sobre el extractivismo del modelo de producción de nuestra región. Casi dos décadas después, Siglo XXI reedita esta serie de textos -ilustrados por Tute- que narran el vínculo de los seres humanos con la naturaleza, explora sus riquezas y sus formas de resistencia, señala con alarma la tenacidad capitalista de creer que podemos prescindir de ella.

El ginkgo

Es el más antiguo de los árboles. Está en el mundo desde la época de los dinosaurios.

Dicen que sus hojas evitan el asma, calman el dolor de cabeza y alivian los achaques de la vejez.

También dicen que el ginkgo es el mejor remedio para la mala memoria. Eso sí que está probado. Cuando la bomba atómica convirtió a la ciudad de Hiroshima en un desierto de negrura, un viejo ginkgo cayó fulminado cerca del centro de la explosión. El árbol quedó tan calcinado como el templo budista que el árbol protegía. Tres años después, alguien descubrió que una lucecita verde asomaba en el carbón. El tronco muerto había dado un brote. El árbol renació, abrió sus brazos, floreció.

Ese sobreviviente de la matanza sigue estando ahí. Para que se sepa.

Una nación llamada Basura

En 1997, el navegante Charles Moore descubrió al sur del océano Pacífico un nuevo archipiélago, hecho de basura, que ya era tres veces más grande que toda España. Las cinco islas que forman este inmenso basurero se alimentan de plásticos, neumáticos usados, fierros viejos, residuos industriales y minerales, y muchísimos otros desperdicios que la Civilización arroja desde las ciudades hacia la mar abierta.

En el año 2013, se inició una campaña para otorgar categoría de Estado a esta nueva nación, que bien podría tener bandera propia.

La naturaleza enseña

En la Amazonía, la naturaleza da clases de diversidad. Los nativos reconocen diez tipos de suelos diferentes, ochenta variedades de plantas, cuarenta y tres especies de hormigas y trescientas diez especies de pájaros en un solo kilómetro.

Las tradiciones futuras

El desprecio y el miedo

El lenguaje como traición: les gritan verdugos. En el Ecuador, los verdugos llaman verdugos a sus víctimas:

—¡Indios verdugos! —les gritan.

De cada tres ecuatorianos, uno es indio. Los otros dos le cobran, cada día, la derrota histórica.

—Somos los vencidos. Nos ganaron la guerra. Nosotros perdimos por creerles. Por eso —me dice Miguel, nacido en lo hondo de la selva amazónica.

Los tratan como a los negros en Sudáfrica: los indios no pueden entrar a los hoteles ni a los restaurantes.

—En la escuela me metían palo cuando hablaba nuestra lengua —me cuenta Lucho, nacido al sur de la sierra.

—Mi padre me prohibía hablar quechua. Es por tu bien, me decía —recuerda Rosa, la mujer de Lucho.

Rosa y Lucho viven en Quito. Están acostumbrados a escuchar:

—Indio de mierda.

Los indios son tontos, vagos, borrachos. Pero el sistema que los desprecia desprecia lo que ignora, porque ignora lo que teme. Tras la máscara del desprecio, asoma el pánico: estas voces antiguas, porfiadamente vivas, ¿qué dicen? ¿Qué dicen cuando hablan? ¿Qué dicen cuando callan?

Las voces porfiadamente vivas

Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan, y ese lugar es mañana.

Suenan muy futuras ciertas voces del pasado americano muy pasado. Las antiguas voces, pongamos por caso, que todavía nos dicen que somos hijos de la tierra, y que la madre no se vende ni se alquila. Mientras llueven pájaros muertos sobre la Ciudad de México, y se convierten los ríos en cloacas, los mares en basureros y las selvas en desiertos, esas voces porfiadamente vivas nos anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma.

También nos anuncian otro mundo posible las voces antiguas que nos hablan de comunidad.  La  comunidad, el  modo  comunitario  de  producción y de vida, es la más remota tradición de las Américas, la más americana de todas: pertenece a los primeros tiempos y a las primeras gentes, pero también pertenece a los tiempos que vienen y presiente un nuevo Nuevo Mundo. Porque nada hay menos foráneo que el socialismo en estas tierras nuestras. Foráneo es, en cambio, el capitalismo: como la viruela, como la gripe, vino de afuera.