Ensayo

Fragmento: Allende en la Argentina


Unidad Popular como acontecimiento global

Si el triunfo electoral de Salvador Allende y su derrocamiento conmovieron a la opinión pública mundial, no menos cierto es que el experimento chileno y su desenlace fueron leídos del otro lado de la cordillera desde coordenadas particulares. El libro Allende en la Argentina. Intelectuales, prensa y edición, entre lo local y lo global (1970-1976), de Editorial Tren en movimiento, explora los usos locales de la vía chilena al socialismo y las mediaciones que, desde la comunicación y la cultura, contribuyeron a modular la experiencia de la Unidad Popular como un acontecimiento global.

La noche del viernes 21 de septiembre de 1973, a pocas horas de los comicios que lo consagrarían por tercera vez presidente de la República, Juan Domingo Perón brindó un mensaje a la ciudadanía argentina que se transmitió por el Canal 9 de televisión y varias emisoras de radio. Si bien se trataba del acto de cierre de su campaña electoral, la comunicación se organizó como si Perón ya fuera la autoridad en ejercicio: el líder del Partido Justicialista presentó su visión de las dificultades que enfrentaba la nación y las que serían las principales líneas de su gobierno. “Ante el ejemplo chileno ‘deberíamos poner las barbas en remojo’”, sintetizó al día siguiente La Opinión en su portada el mensaje del futuro presidente. El diario de Jacobo Timerman seleccionaba la lacónica referencia de un discurso que había durado algo más de media hora.

Más que una palabra de solidaridad, la mención de Perón transmitía una advertencia especialmente dirigida a la juventud y la izquierda de su movimiento. Sus partidarios habían recibido a Salvador Allende en las calles de Buenos Aires apenas cuatro meses antes, en ocasión de los festejos por la asunción presidencial de Héctor Cámpora. El delegado del viejo general —todavía proscripto— había encabezado la fórmula del FREJULI en las elecciones de marzo de 1973, obteniendo un amplio triunfo. En un clima de fervor, los manifestantes que recibieron al presidente chileno entre el 23 y el 28 de mayo habían emparentado la suerte de ambos procesos políticos y la figura de Allende con la de Perón. La alusión al “ejemplo de Chile” en el cierre de campaña, tan solo diez días después del golpe de Estado que derrocó al líder de la Unidad Popular, revela la sensibilidad de la opinión pública local frente a la tragedia y, más puntualmente, el modo en que la experiencia chilena funcionó entonces para Perón como argumento electoral y recurso para la contienda política.

¿Cómo llegó el proceso chileno a ocupar ese lugar? ¿Qué sentidos movilizó la experiencia socialista encabezada por Allende en la Argentina? La secuencia narrada —entre el discurso político y la mediación periodística— condensa las cuestiones que este libro aborda. Entre 1970 y 1976, diarios, magazines, revistas culturales y editores hicieron de Chile un prisma para descifrar la realidad argentina, una plataforma para la intervención política y un argumento para la controversia pública; también una arena para posicionarse en un mercado periodístico y editorial que —en algunos de sus segmentos— alcanzaba entonces una escala regional. Intelectuales, periodistas y editores contribuyeron así a la circulación de un sintagma, la vía chilena al socialismo, y a la modulación de su significación.

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La victoria electoral de Salvador Allende marcó ─escribe Inés Nercesián─ una nueva temporalidad en el mapa político latinoamericano”.  A partir de entonces el debate acerca de las vías más eficaces en el camino hacia el socialismo y la tensión entre “reforma y revolución” tomaron nuevo vigor en las izquierdas del continente. Si bien Argentina y Chile comparten más de cinco mil kilómetros de frontera y una larga historia de intercambios sociales, políticos y culturales que se tejen desde el período colonial, el triunfo de la Unidad Popular alcanzó una resonancia fuera de lo común de este lado de la Cordillera de los Andes. La prensa diaria, los semanarios de actualidad y, sobre todo, las revistas político-culturales ligadas a las izquierdas tomaron nota del suceso rápidamente. 

“Chile —leemos en la presentación de un número especial de la revista Los Libros, en enero de 1971— ocupa desde noviembre del año pasado un lugar privilegiado en el interés de la historia contemporánea. Al asumir el mando el presidente Allende, se reordenó el cuadro de la situación latinoamericana y la expectativa interesó a todo el mundo. El proceso político se ha reestructurado de tal manera en el planeta, que el menor movimiento de uno de los elementos pone en vibración a toda la compleja estructura internacional. El cambio chileno remitió de inmediato a las grandes capitales: desde Washington a Pekín. Los movimientos liberadores que con distintos matices se desarrollaron en los países latinoamericanos, adquirieron nueva significación. En la Argentina, todas las fuerzas se pusieron en tensión: no es de poca monta estar unida a Chile por dos mil [sic] kilómetros de límites.”

Exagerada o no la descripción del cuadro global, el tono elegido por Los Libros indica el perfil que pretendía asumir la revista como vehículo de modernización cultural: en una de sus aristas, suponía la inserción del país en un flujo internacional de informaciones, ideas y debates (no por nada, su subtítulo inicial era “Un mes de publicaciones en Argentina y el mundo”). El uso de la hipérbole narrativa señala, asimismo, la conexión que ligaba la publicación que dirigía Héctor Schmucler con los magazines de actualidad y sus estrategias de posicionamiento en el mercado periodístico. Más allá del caso (sobre el que volveremos) el ejemplo sirve aquí para poner de manifiesto la emoción que produjo el triunfo de Salvador Allende en el medio local. Ilustra también la perspectiva dual que organiza esta investigación, entre la formación del acontecimiento político global y el análisis de un campo de producción cultural específico.

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En el plano cultural, desde fines de los años cincuenta el país experimentaba un acelerado proceso de modernización y despliegue vanguardista en el arte, la literatura, el periodismo, las ciencias sociales y la actividad editorial, que contribuyó a reorganizar las jerarquías simbólicas y las relaciones entre la cultura, el mercado y la política. Buenos Aires se volvió entonces un eslabón destacado de una red que conectaba formaciones culturales a nivel regional. Estas participaron del proceso de radicalización que atravesó el continente.

En este marco, el triunfo electoral de Allende contribuyó a actualizar en las izquierdas argentinas una discusión estratégica, cara a la historia del marxismo y de los partidos obreros: ¿era posible el tránsito al socialismo por la vía electoral y el camino de las reformas progresivas? ¿Era viable apropiarse de porciones del poder estatal para transformarlo desde su interior? La conmoción que produjo el ascenso de la Unidad Popular al gobierno se extendió también en espacios más amplios de la vida política y cultural, tal como reflejaron entonces la prensa diaria y los semanarios de actualidad: ¿suponían los acontecimientos chilenos que la región se encaminaba en el sendero abierto por Cuba? ¿O acaso la vía chilena significaba una alternativa al modelo cubano y un freno a sus ambiciones de expansión? ¿Qué posición tomar, entonces, frente a la apertura electoral, que comenzó a esbozarse hacia el año 1972? ¿Hacia dónde se inclinaría Perón?

Luego del golpe de Estado en Chile, en septiembre de 1973, algunas de estas preguntas cobraron fuerza y se articularon con interrogantes de nuevo tipo: ¿Qué margen de acción le quedaba a Perón y su programa de gobierno —ya en el poder formal desde octubre de ese año— en el nuevo escenario regional, con la implantación de dictaduras en Bolivia (1971), Uruguay (1973) y Chile (1973), que se sumaban a la más antigua de Brasil (1964)? ¿Quedaban confirmadas las tesis de los sectores que promovían la lucha armada como único camino hacia la revolución y, por ende, la necesidad de continuar las acciones militares, aun con un gobierno que, electo democráticamente, se presentaba como parte de una alianza popular? ¿Más valía, por el contrario, “poner las barbas en remojo”, como había sugerido Perón?

Estas preguntas y discusiones, presentadas aquí de manera algo esquemática, no circularon en el vacío. Menos que en los actores institucionales y los partidos políticos, en sus definiciones programáticas y su accionar, este libro pone el foco en el estudio de las condiciones de producción, circulación y recepción de imágenes, informaciones y argumentos sobre la experiencia socialista chilena en la Argentina. Más que establecer un mapa de posiciones, nos interrogamos por el proceso de su formación y exploramos los canales y mediaciones que las pusieron en circulación. La hipótesis que aquí sostenemos es que la vía chilena al socialismo en la Argentina, lejos de adquirir un significado único e invariable, fue un significante plural y contencioso. De otro modo: Chile fue ante todo un uso, un mirador para entender el proceso regional, una vía para la intervención en la política local y la discusión intelectual, pero también —y esto es central desde nuestra perspectiva— un modo de colocación en un mercado periodístico, editorial y revisteril que se expandía y transformaba aceleradamente, proyectando sus lógicas específicas sobre el conjunto de la actividad política y cultural.

La idea de uso, como señala Mariana Canavese, refiere entonces menos al impacto o la influencia de un suceso o mensaje original sobre un espacio exterior, que a una dinámica y un proceso abierto, hecho de apropiaciones y re-significaciones que toman sentido en la acción de sujetos que intervienen en un espacio agonal y en el marco de contextos precisos de enunciación. Desde este prisma, este libro pone énfasis en la actividad de los intelectuales y en los medios materiales de circulación de ideas e imágenes. Entendemos la categoría de intelectuales en un sentido amplio, incluyendo —sigo a Horacio Tarcus— no solo a los “grandes hombres de ideas”, sino también a periodistas, editores, escritores no consagrados o expertos que intervienen en el espacio público y contribuyen de diversos modos a la producción y circulación social de representaciones. La recepción de ideas y significaciones, así, menos que como un consumo individual, se entiende como una forma de producción cultural.

Siguiendo estas premisas, el libro se organiza en función de los materiales y las zonas diferenciadas de la cultura que esta investigación explora. (…) La mirada de conjunto no obstante nos permitirá dar cuenta de una serie de interacciones entre empresas destinadas a un público especializado o restringido y otras dirigidas a un público ampliado o masivo. Como dijimos, intelectuales, editores y medios de prensa se vincularon entre sí y entablaron relaciones variables con el proceso chileno y sus actores, contribuyendo, por su posición privilegiada en la región, a proyectarlo públicamente más allá de sus fronteras.

Este libro, en suma, elige situarse en un punto de intersección entre el estudio de las condiciones de producción y circulación de ideas, imágenes y representaciones impresas y la exploración de los usos que asumió la vía chilena al socialismo en la Argentina. Desde esta mirada dual, aspiramos a poner de relieve aristas poco exploradas en torno a las relaciones entre cultura y política en el período, tanto como las significaciones que asumió en el Río de la Plata un episodio poco transitado por la historiografía local. La proyección de la Unidad Popular chilena en el país, en consecuencia, se vuelve en esta investigación tanto un objeto de análisis como un mirador privilegiado para comprender un capítulo de la historia argentina reciente.