Ensayo

Hermanos Kaiser, seguridad y política


¿Que corra bala?

El académico Jorge Saavedra plantea en este ensayo la batalla cultural de Johannes y Axel Kaiser. Cómo la han ido instalando progresivamente con el fin de que ideas que antes parecían inconexas luzcan, a la brevedad, lógicas, coherentes y deseables. ¿Qué buscan los hermanos Kaiser con sus discursos de mano dura sobre el orden público? ¿Qué efectos políticos tiene esto?

“Que corra bala, que corra sangre, que muera gente”. Leídas así, las palabras lucen propias de un comisario de pueblo de película, descolocado ante una amenaza zombie; de general latinoamericano iniciando una dictadura; o de líder de secta sacrificial previo a un rito mesiánico. No podrían venir, creería uno, de boca del director de una fundación cuya misión es, cito textual de su web institucional, “impulsar un cambio cultural que promueva las bases de una sociedad más próspera, libre, digna, inclusiva y en paz; a través de la difusión del ideario liberal en espacios de influencia y la formación de jóvenes líderes que guíen a Chile y América Latina por el camino del progreso”. Pero de allí vienen. En específico, del incluso presidente del directorio de la Fundación para el Progreso, Axel Kaiser.

El 9 de abril, en una extensa entrevista con el periodista Fernando Paulsen, en el programa Última Mirada, Kaiser habló sobre la realidad del país, el futuro, la precandidatura presidencial de su hermano Johannes para dos años más, su propia candidatura presidencial para seis años más, y de orden público. Sobre esto último, planteó que “en materia de orden público, tienes que darle mucho más respaldo a Carabineros y Fuerzas Armadas para que pueda hacer su trabajo, y hacer su trabajo implica correr bala, que corra sangre, que muera gente”. 

Lo anterior no se condice con el ideario de la fundación que dirige Kaiser. O quizás sí, pues la entidad pregona, precisamente, un cambio cultural que se puede desglosar en varios escalones. Como dijo en la entrevista con Paulsen: “Un cambio institucional mayor está precedido por un cambio de opinión pública”, ¿qué quiere decir aquello? Dos cosas muy simples. 

Lo primero es que lo importante para Kaiser es lo que la gente opine, por ende, uno subentiende que lo que le importa es cómo se forma esa opinión. En una realidad hipermediatizada como la que vivimos, donde según el último informe del Consejo Nacional de Televisión, los llamados programas matinales dedican un 25% de su tiempo a la cobertura policial, ¿la opinión sobre qué va a versar? Sobre lo que planteen los medios como “la realidad”, sumado a lo que digan las encuestadoras de opinión pública que cree la gente. Un círculo vicioso de pocos actores. 

Lo segundo es, en ese caldo de cultivo, instalar progresivamente su visión de mundo y transformarla en sentido común, con el fin de que ideas que ayer parecían inconexas luzcan, a la brevedad, lógicas, coherentes, y deseables. Dicho cambio permite visualizar, grosso modo, cinco pasos para transformar en natural el “…correr bala, que corra sangre, que muera gente”, porque eso sería -cito textual la entrevista- “darle mucho más respaldo a Carabineros y Fuerzas Armadas”. ¿Significa esto que respaldar a Carabineros implica resignarnos a que no quede otra que “…correr bala, que corra sangre, que muera gente”? En opinión de Kaiser, sí. He aquí el primer paso para articular el cambio cultural, la resignación de que no queda de otra.

Continuemos y preguntémosle a Carabineros de Chile qué piensa de todo esto. Dado que las personas pasan y las instituciones quedan, me restrinjo a la misión declarada en la plataforma web de la policía uniformada: “dar eficacia al derecho, garantizar el orden y la seguridad pública en todo el territorio nacional, con énfasis en la prevención”. Si nos aferramos a lo escrito, uno pensaría que respaldar a Carabineros debería, más bien, partir por prevenir los delitos en todas sus dimensiones, pues se entiende que éste no se detiene sólo con “…correr bala, que corra sangre, que muera gente”, salvo que uno quiera que aquello pase. Segundo paso de cambio cultural: transitar desde la resignación del no queda de otra al más decidido (y mágico) es necesario que corran balas para que se acabe el problema de una buena vez.

De la mano con el paso anterior, aparece un tercero, ejemplificado en este diálogo ficticio: 

—¿Y si no estoy de acuerdo con “…correr bala, que corra sangre, que muera gente”?

—Ah, entonces usted no apoya a Carabineros.

—¿Y si no apoyo a Carabineros, bajo esos parámetros, qué soy?

—Usted está en contra del orden.

—Y si estoy en contra “del orden”…

—…

Esta conversación poco amistosa podría seguir y ponernos en la situación de buenos chilenos versus malos chilenos. Esta idea no es ajena al mundo contemporáneo donde diariamente escuchamos, vemos o sabemos lo que están diciendo figuras como Trump o Milei. Tampoco es ajena a la historia de Chile, donde en ocasiones ha existido un Yo (inserte apellido) o el caos. Es decir, o está conmigo (orden, prosperidad, chilenidad) o está en contra de mí y estar en contra de mí, es estar en contra del nosotros (un nosotros definido desde ese mí, evidentemente). 

El cuarto paso hacia el cambio cultural está más instalado. Veamos. ¿A quién quiere Kaiser que se dispare, se haga sangrar y se mate? En sus palabras, a delincuentes y narcoterroristas. Pero, ¿a todo delincuente? Si vamos a la ley, vemos que Carabineros puede hacer uso de su arma de servicio sólo cuando dicha acción está “justificada por la legítima defensa de la vida o la integridad física propia o de un tercero”. ¿Se reconocen los delitos de cuello y corbata allí? No. Al no reconocerse, queda muy claro el cuarto paso al cambio cultural que ensueña Kaiser y su fundación: que por delito no entendamos aquello que llamaríamos “de cuello y corbata”. Desde esa dimensión, sabemos que con delincuente se refiere al narco que opera en la toma en Cerrillos y no al abogado que sube y baja los altos escalones de la cadena del dinero o al empresario que evade impuestos.

El quinto cambio cultural es uno antiguo pero que siempre requiere ser cultivado y al que históricamente han ayudado los medios de comunicación en Chile, hoy reconvertidos en rotativos de terror y donde pregoneros del gatillo fácil calzan como guante. Corresponde a una posta que Kaiser toma donde antaño pasaron otros nombres y apellidos. Es uno que habla de querer construir una sociedad “más próspera, libre, digna, inclusiva y en paz”, como indica el ideario de la Fundación para el Progreso, pero donde las balas, la sangre y la muerte son parte de una política pública que se plantea sólo para un mundo extramuros, donde no importa la mejora de las condiciones materiales, sanitarias, laborales y sociales que lloran donde soplan las balas, sino simplemente mantener a raya la potencial amenaza hacia el nosotros, ese nosotros donde “no viven” delincuentes o narcos.

Será un asunto de tiempo ver si la batalla cultural de Kaiser cuaja en lo que coloquialmente se denomina opinión pública. Por de pronto, mal no le va. En 2023, su organización obtuvo 13.884 apariciones en prensa. Recursos tampoco le faltan. El Diario Financiero hablaba de un presupuesto anual de 1.800 millones de pesos en 2020 y, de acuerdo con su memoria anual 2023, la fundación tiene un patrimonio acumulado superior a los 500 millones de pesos. Cuenta con presencia mediática permanente a través de Kaiser y otros rostros de la entidad en importantes medios de comunicación, y un grupo de donantes estratégicos se encargan de financiar la institución en un 86%, más el 12% que proviene de benefactores, fundadores regionales y amigos de la fundación. Todo este esfuerzo, muy probablemente con la ensoñación de que, cuanto antes, el lema de “…correr bala, que corra sangre, que muera gente” no parezca sólo una idea atarantada de un comisario de película, la siniestra estratagema de un golpista latino de los 70s, o la perversión de un líder de secta, sino la reposada, inevitable, deseada y aplaudida medida de un presidente de la República en Chile, ya sea en 2026 o 2030.