Crónica

Elecciones y la mirada de Loncon, Bassa y Domínguez


¿Un proceso destituyente?

Elisa Loncon, Jaime Bassa y Gaspar Domínguez ven con sospecha el nuevo proceso constituyente. Tienen matices, claro, pero la esperanza en cerrar la herida constituyente es, sino nula, muy difícil de encontrar. La distancia que da el tiempo hace que sus análisis sean más reposados al momento de comparar la etapa en curso con la que ellos comandaron hasta el 4 de julio del año pasado. Aquella, asumen, tuvo errores, pero que por lo menos ese órgano sí representaba al pueblo de Chile. No como el de ahora.

—Este proceso es destituyente de las decisiones del pueblo. Comenzó siendo un proceso designado, rindiéndole culto al método de política que implementó la dictadura.

Elisa Loncon camina de noche por una universidad de Santiago. A paso lento, reposado, acorde con la tranquilidad académica del paisaje que la rodea: aulas amplias, jardines oscuros, pasillos vacíos que amplifican las pisadas. Acaba de impartir una clase sobre políticas lingüísticas invitada por una colega. Ese es su ambiente, el que suspendió mientras integró la Convención Constitucional.

Aunque se encuentra en un año de trabajo sabático, como lo llama, ya que vuelve oficialmente a las aulas el 4 de julio, exactamente dos años después de la instalación de la Convención, está muy activa en sus temas: filosofía, epistemología, descolonización. Está publicando libros y haciendo investigaciones. Se codea con la élite académica de occidente, y visita auditorios de universidades gringas, europeas y escuelas del wallmapu impartiendo conferencias y dando clases. En ese camino no ha dejado de analizar Chile y la política. Y lo que ve la tiene preocupada.

El fin de semana pasado la extrema derecha obtuvo 23 escaños de 51 para integrar el Consejo Constitucional. Ellos ni siquiera querían cambiar la Constitución de la dictadura, pero ahí estarán, retomando un proceso que comenzó con la Convención. Para Loncon, en todo caso, esto se pudrió mucho antes, cuando los partidos políticos firmaron el acuerdo que dio inicio a los expertos, a las doce bases, a las elecciones de las que nadie sabía mucho y que sorprendieron a todos.

A sus ojos, esto nació sin legitimidad. Es una Constitución hecha por gente designada y por otros movilizados para defender intereses de la elite, un grupo apoyado por todos los aparatos ideológicos del colonialismo. Todos ellos no entienden, dice caminando en el frío santiaguino. Los designados, los partidos, los de siempre, los del partido del orden creen que los derechos indígenas son privilegios. Ahí se detiene, eleva la voz y pregunta al aire que entonces ¡¿de qué estamos hablando?!

Claro, pero igual este proceso tiene elecciones, le comento. Así como también fueron los electores quienes rechazaron el proceso de la Convención que ella lideró. No fueron los de siempre, los partidos, los que lo echaron abajo ni los que votaron el 7 de mayo.

A la ciudadanía se le llenó de odio, argumenta. Mentiras y miedo, y se le multiplicó el temor que ya se había instalado con la pandemia y ahora con la seguridad. En ese contexto, Loncon dice que aún falta mucho conversar como país, hay una herencia colonial que superar y un modelo que repensar. Ella mira a la historia, no tanto a la discusión del día a día, cuando tira preguntas enormes al aire como si nada.

—¿Cuándo estos modelos, y este mito de desarrollo, se van a hacer cargo de las consecuencias que ha traído? Pienso en el genocidio indígena, en que se puso a la mujer como ser inferior al hombre, en que el derecho al agua debe ser un derecho humano.

Y sigue caminando. 

Esa mirada de la historia también la tuvo la noche del 4 de septiembre del 2022. Ahí, viendo los resultados del plebiscito de salida en su casa, rodeada de familiares, amigos y colaboradores cercanos, no sintió pena, sólo decepción. Intentando mantener la cabeza fría, reflexionó en clave mapuche. No es la primera vez que nos rechazan, se dijo. Hemos tenido largas historias de pérdida y pocos triunfos. Ahí se paró y se dirigió a su gente para decirles que aquí se perdió un plebiscito, pero no la lucha, la cual considera larga, antigua y que no partió con ella.

Con ánimos de seguir empujando cambios, entre las expectativas que tuvo después del rechazo brutal que sufrió la propuesta de la Convención en septiembre del año pasado, pensó que había logrado instalar esos temas en el debate. Creyó, incluso, que los expertos, o los iluminados, como los llama con asomo de ironía, iban a recoger ese guante. Pero ahora ve que sus esperanzas fueron muy altas, confiesa.

—Entonces, aún no hemos resuelto los problemas que nos afectan como país. Ahí la pregunta es: ¿este segundo proceso constituyente va a dejar conforme a los chilenos?

Si la sigo, usted apostaría porque no.

—Claro, porque representa a un sector de la elite. No representa al pueblo de Chile.

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—Parece que todos quieren olvidar que se requieren cambios estructurales en cuestiones claves para la convivencia democrática, como salud, seguridad social, entre otros. 

Jaime Bassa, el primer vicepresidente que tuvo la Convención, es pesimista cuando habla del proceso constituyente. Analiza de cerca las elecciones del domingo 7 de mayo y augura un mal futuro no sólo para quienes tendrán que trabajar sobre el anteproyecto, sino que también para la política nacional, que acaba de ser capitalizada por una envalentonada extrema derecha.

Así, el abogado constitucionalista en quien la izquierda puso los ojos con esperanzas de recambio durante la primera parte de la Convención, mira con temor cómo la agenda de seguridad y delincuencia se tomó el debate. Según su lectura, lo mismo pasó con la elección de Consejeros Constitucionales.

Claro, si las imágenes de encerronas, asaltos y barricadas coparon la campaña y la franja para llegar al Consejo. Pero, dice, pensar el diseño institucional del país y la garantía de los derechos a la política contingente es un error conceptual que puede traer serias consecuencias.

Para Bassa, esta elección corrió el tupido velo del horizonte constituyente, el cual ve como dicotómico, insalvable, blanco o negro, Pinochet o no Pinochet. La cuestión, dice, se define entre una nueva Constitución que cambie la herencia de la dictadura o una que actualice el proyecto de Jaime Guzmán, sin cambiarlo en realidad. 

¿Este segundo proceso constituyente va a dejar conforme a los chilenos?

Elisa Loncon

Apuesta, confiado y con un tono de voz seco, a que el Consejo se inclinará por la segunda opción, por el gatopardismo puro.

Además, hablando con la calma con la que se dio a conocer en la instalación de la Convención, en un discurso en el que se expuso la promesa de superar al Estado neoliberal, a las deficiencias estructurales del sistema político y a la desigualdad rampante, Bassa saca en cara a sus detractores que no considerar esas dos alternativas fue el error de quienes querían una Constitución perfecta y un proceso inmaculado.

Sí, pero cagazos hubo, y él lo sabe. 

—Hubo muchos actos, conductas, personas, que no se condujeron a sí mismas respetando esa dignidad republicana que hay detrás de un cargo de elección popular. Hubo también propuestas que fueron demasiado disruptivas.

Con todo, la página se dio vuelta y ahora hay otros en el ex Congreso. Ahora hay unos expertos designados y, desde el 7 de junio, habrá un Consejo electo democráticamente con amplia mayoría de la derecha. ¿Tiene esperanzas en que de esto salga algo que ayude a cerrar la herida constitucional?

Aunque ve poco probable que el Consejo pueda proponer un texto distinto al vigente, dice que hay mucho que queda por ver en un órgano repleto de personas que nunca quisieron una nueva Constitución. Con ese diagnóstico, no es difícil anticipar que ve el futuro negro.

—Me temo que la crisis de legitimidad del orden constitucional puede seguir abierta después de esta nueva etapa.

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—En general soy un hombre optimista, pero en este escenario tan adverso es poco probable que exista un resultado favorable.

Sin anestesia, el médico Gaspar Domínguez, segundo vicepresidente de la Convención, analiza los resultados de la elección de Consejeros Constituyentes a la salida de un turno en la UCI. El cansancio le recuerda a la campaña del plebiscito del 4 de septiembre, cuando asumió la pega de ser vocero del Apruebo y recorrió todas las regiones del país. 

Ahí, comenzó a tener la certeza de que la cosa se venía fea, que la contienda era desigual, que las noticias falsas habían calado hondo y que la rabia de la ciudadanía era algo real, palpable. En suma, vio, con una mezcla de sorpresa y estupor que el Rechazo podía ganar. 

Parece que todos quieren olvidar que se requieren cambios estructurales en cuestiones claves para la convivencia democrática, como salud, seguridad social, entre otros. 

Jaime Bassa.

En esos recorridos y encuentros con la gente que vota por obligación, convicción o comodidad, también conoció la apatía que sentía gran parte de la ciudadanía por ellos, por los políticos, por los poderosos, por los que escriben las leyes, las constituciones, y que toman decisiones. A eso le llama el ánimo destituyente y volvió a verle la cara en las elecciones del 7 de mayo. 

A ese sentimiento anti poder, anti gobierno, anti todo, como lo describe, la ultra derecha, encarnada en el Partido Republicano, supo interpretarlo a la perfección. Y les resultó.

Ahora ve que la pelota la tienen las derechas, particularmente la extrema, y hace el símil con el proceso de la Convención y las izquierdas.

—Uno de los problemas que hubo en la Convención es que los sectores de una izquierda más moderada o dialogante no tuvimos la capacidad de contener a los sectores que estaban más a la izquierda.

Y ahí vuelve al optimismo. Dice que el ejemplo del fracaso de la Convención no debe quedar olvidado. Que tiene que ser usado por los sectores de la derecha moderada, que, en todo caso, no suman ni la mitad de los escaños que obtuvo la extrema derecha. Si ellos no logran contener a los ultras, apunta Domínguez, el resultado va a ser igual al proceso anterior.

El ex vicepresidente de la Convención espera que quienes comanden esta parte del proceso se den cuenta de algo que él vio demasiado tarde: no basta tener los votos dentro del órgano para aprobar una norma. Se debe buscar que esta satisfaga a la mayor cantidad de personas, aunque no sean necesarios para tener los votos. Ahora, otra cosa es con guitarra, como le gusta decir a algunos en la derecha. Habrá que ver qué hace Republicanos con casi la mitad del Consejo en el bolsillo.

Pero a Domínguez el optimismo, aunque recatado y tibio, se le sale por los poros. 

Uno de los problemas que hubo en la Convención es que los sectores de una izquierda más moderada o dialogante no tuvimos la capacidad de contener a los sectores que estaban más a la izquierda.

Gaspar Domínguez.

—Aun así, guardo una discreta esperanza en que podamos tener una propuesta de constitución que sea, a lo menos, parcialmente mejor que la constitución vigente.

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María Elisa Quinteros, la segunda presidenta de la Convención Constitucional, declinó aparecer en este reportaje. Dice que está muy enfocada en su trabajo y que no ha seguido el proceso constituyente.