Crónica

Katherine Yoma y un sistema que no cuida


Si una profesora se suicida, miles se levantan

El suicidio de la profesora Katherine Yoma, en Antofagasta, profundizó la movilización actual del gremio docente chileno. Y actualizó sus reclamos: ¿quién los cuida cuando son ellos quienes reciben las agresiones? La expectativa en generar protocolos con mirada de género como herramienta eficiente para generar espacios más armónicos para la convivencia escolar.

Junto con tres coronas de flores, cientos de papeles de libros y cuadernos están tirados en la salida de la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Antofagasta. Un lienzo se lee en el suelo: “¿Por qué te espantas por las que luchan?”. Y otro colgado en la ventana de la institución: “Para su ‘conciencia’, flores envía Kathy Yoma”. 

Es una despedida de estudiantes, colegas y amistades a la profesora Katherine Yoma Valdivia (31). Su suicidio en vísperas del reciente 8M enlutó a la región de Antofagasta, en el norte de Chile. 

Los profesoras y profesores han iniciado un paro de “brazos caídos” suspendiendo indefinidamente las clases. Van cincuenta colegios y liceos junto a jardines infantiles de la región. Para los siguientes días han convocado a un paro nacional.

Indolencia. Maltrato. Hostigamiento. Katherine Yoma murió por suicidio después de activar todas las alertas correspondientes. Es un punto de inflexión para el gremio. 

El dolor de la pérdida de una compañera de trabajo. 

El dolor de la pérdida de una hermana. 

El dolor por quienes lo viven en silencio. 

El shock de perder a tu profesora.

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Katherine Yoma Valdivia trabajó en la escuela D-68 José Papic Radnic durante dos años. Era profesora de inglés y tenía un curso de octavo básico a su cargo. La reconocían como una profesional pulcra, cautelosa y enérgica. Un video la muestra delante de sus estudiantes, con un traje navideño, dirigiendo un canto en inglés en el patio de la escuela. “Tenía vocación de servicio, las planificaciones al día y desarrolladas todas las habilidades que necesitan los y las estudiantes”, comenta una compañera suya. También perteneció a la organización Red Docente Feminista.  

Durante los últimos meses de trabajo, denunció acoso y hostigamiento de una estudiante, su círculo de amistades y su apoderado. Dentro y fuera de la escuela. 

En mayo de 2023 enfrentó una situación “extremadamente preocupante”. Así la calificó en un correo electrónico que envió a la comunidad educativa: “Mientras realizaba mis clases de inglés, en mi jefatura, encontré una nota amenazante que hacía referencia a mi nombre con la frase ‘te voy a matar’ en el cuaderno de la estudiante. A pesar de denunciarlo al director, me vi forzada a continuar la clase en estado de ansiedad y temor”. Las amenazas se repitieron. Su hermana Karina Yoma, también docente, ha dicho que le dejaron cucarachas sobre el mesón de la sala de clases.

De la estudiante de quien recibió acoso, Katherine Yoma especificó que tenía “comportamientos altamente perturbadores” tanto dentro como fuera de la escuela, incluyendo conductas autolesivas, acoso a compañeros y amenazas de muerte hacia varios compañeros del curso. Y pese a las denuncias y a la derivación de un programa de gobierno, ella recalcó que la situación no fue abordada de la manera oportuna por los responsables del establecimiento. 

Una situación que devela la desconexión del sistema de salud chileno con las escuelas. Patricia Guerrero, psicóloga especializada en salud mental docente y académica de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, explica que hoy  muchos estudiantes no son atendidos en el sistema de salud y llegan a clases sin tener un tratamiento de salud mental ni el acompañamiento adecuado, lo que provoca una sobrecarga a los profesionales de la escuela.

“Tenemos estudiantes con descompensaciones psicóticas, intentos de suicidio, conductas autoagresivas, tenemos trastornos mentales y no hay a quien derivárselo porque si van al Centro Comunitario de Salud Mental (COSAM), los atienden una vez al mes", aclara.

En Chile no hay un sistema de salud que apoye a la escuela, enfatiza la experta.

Katherine Yoma, además de informar a las autoridades de la unidad educativa sobre la conducta de la estudiante y a la corporación municipal, se lo hizo saber a algunos diputados de la región. Sus alertas, sin embargo, no fueron atendidas. 

La respuesta que obtuvo de la Corporación Municipal de Desarrollo Social fue desoladora: la reubicaron a otro establecimiento, le redujeron de 44 a 16 sus horas de enseñanza y con eso le rebajaron casi $300 mil pesos de su sueldo. Esto lo supo una semana antes de su suicidio.

“Aún cuando las amenazas de muerte son una falta gravísima según nuestro manual de convivencia escolar, en lugar de sentir protección, me sentí sola”, dejó escrito Katherine en este correo que se ha hecho público. 

Dentro de la misma escuela, una docente denunció acoso sexual de un profesor haciéndolo público el año pasado y alertando a la dirección. “Me dejaron mensajes en visto y correos sin responder”, comunicó aquella vez la colega de Yoma.

El acoso laboral, el hostigamiento y la violencia son parte de los ingredientes de una tragedia silenciosa que sufren las y los docentes. Se suma a esto, que tres necesidades psicológicas básicas de todo trabajo, que especialmente en el gremio docente, según detalla Patricia Guerrero, no se están cumpliendo:

"Primero la autonomía, es decir, poder decidir sobre mis tiempos, que cada vez es más reducida para los docentes, además, de tener muy pocas posibilidades de transformar su currículo. La segunda es la de sentirse competente, es decir, tener todas las habilidades para manejar de la mejor forma su labor. Sin embargo, lo que se les pide generalmente no lo logran desarrollar con lo que tienen a disposición. La tercera es la necesidad de conexión y, en general, los profesores no cuentan con espacio para desarrollar esto a través de un comité de bienestar encargado de construir comunidad en las escuelas”. 

El suicidio de Katherine Yoma -agrega Guerrero- tiene una causa laboral directa que pone al individuo como el único cuidador de su bienestar. Los problemas que comienzan en la escuela, en el trabajo, es como si fueran problemas de las personas y no problemas de las instituciones. Una situación de vulnerabilidad extrema, enfatiza, de la que no se están haciendo cargo.

Los profesoras y profesores han iniciado un paro de “brazos caídos” suspendiendo indefinidamente las clases. Van cincuenta colegios y liceos junto a jardines infantiles de la región. Para los siguientes días han convocado a un paro nacional.

Más allá de los problemas laborales, entre los especialistas en suicidios se suele decir que este es un fenómeno multifactorial. Son muchos los elementos que pueden influir en la conducta suicida: la falta de habilidades sociales, la soledad no deseada, antecedentes familiares o personales de enfermedades mentales, un trauma en la infancia, un acto de violencia, un intento previo, la muerte de una persona querida, la pérdida de un trabajo, el aislamiento, dificultades financieras, ser víctima de un hostigamiento, un fracaso importante. 

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Las amenazas que recibió Katherine fueron escalando. La estudiante involucrada era familiar de la inspectora de la escuela. Ella, según cuentan testigos y la profesora en su correo público, vieron que su apoderado la increpó a las afueras del establecimiento. Le gritó: “me las vas a pagar, por tu culpa mi hija ya no está en la escuela”, “te voy a pillar cuando te vayas”. Le quitó el celular, le cortó una cuerda con que se lo ataba a sus manos y lo tiró con alevosía al piso. La inspectora presenciando la escena, recogió el celular y le dijo al agresor: “no hijo, así no”. Katherine se resguardó detrás del portón y se fue hasta la oficina del equipo psicosocial que la contuvo hasta que llegó Carabineros. Luego supo que le descontaron ese día de su sueldo por retirarse antes del trabajo.

Es válido, entonces, preguntarse, ¿lo habría hecho con un docente que fuera hombre? ¿Lo habría increpado de esta manera? La estudiante, ¿la habría amenazado de muerte?

La ley de Violencia Escolar 20.536 regula el procedimiento en caso de violencia dentro del establecimiento, entre profesores y estudiantes. Sin embargo, no considera a los apoderados. 

Si un profesor agrede físicamente o verbalmente a un estudiante, este puede acudir a la Superintendencia de Educación y presentar una denuncia. Katherine Yoma, por su parte y como docente, lo hizo en Carabineros. Los hostigamientos continuaron. Lo hizo en la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Antofagasta. No la recibieron porque estaba con licencia.

“¿A dónde vamos nosotros si nos sentimos agredidas y agredidos?”, cuestiona Luciana Cortés Cárdenas, encargada de los Departamentos de Derechos Humanos, Mujer y Género del Colegio de Profesores en la Región Metropolitana. 

Luciana asistió un caso de violencia hacia una docente de una escuela municipal básica de la comuna Pedro Aguirre Cerda, en Santiago. Una apoderada la agredió verbalmente y la tironeó del delantal. Ella denunció el caso al Colegio de Profesores y Profesoras. No tenía dónde más acudir. Luciana, como encargada de género del gremio, entabló una conversación con el director de la escuela. La respuesta que tuvo del director fue: “si no fue para tanto”. 

¿Quién resguarda a los profesores cuando son ellos los que reciben agresiones? 

Hay una sensación de desprotección generalizada en el gremio, uno de los más movilizados de Chile

Año tras año esta situación desgasta severamente la salud mental de los profesores. Un estudio encargado por el Colegio de Profesores y Profesoras en 2022, en el que participaron 4.098 docentes, arrojó que un 32% de ellos no ocupó licencia médica durante el año, mientras que un 16,2% lo hizo por enfermedades asociadas a la salud mental.

Los niveles de estrés, el agotamiento extremo, la falta de descanso por llevarse el trabajo para la casa son acumulativos. Miles de profesores desertan todos los años de la carrera docente. La proyección para 2025 es que el déficit alcance los 26.273 docentes en todas las asignaturas y regiones del país. Las asignaturas con un escenario más crítico son Educación Tecnológica, Filosofía e Historia (Elige Educar, 2021).

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La carrera docente es un gremio altamente feminizado. En Chile, el 73% de la dotación docente del sistema escolar son mujeres (171.650 personas) y 27% son hombres. Y en la educación parvularia, el porcentaje de mujeres alcanza casi el 100%, según los datos del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación en Investigaciones Pedagógicas (CPEIP). 

Aquí se ve una realidad distinta a otras profesiones caracterizada fuertemente por un rol maternal. “Estar dispuesta a todo”, es la frase que resume el lugar que una sociedad conservadora y sexista le entrega a la mujer en dicho rol. 

Esto, dice Rosario Olivares, vocera de la Red de Docentes Feministas, ha construido una concepción estereotipada de la docencia, donde se asume que las profesoras deberían trabajar por vocación.

Los problemas que comienzan en la escuela, en el trabajo, es como si fueran problemas de las personas y no problemas de las instituciones. Una situación de vulnerabilidad extrema de la que no se están haciendo cargo.

Las voces docentes que se escuchan años tras años, y más hoy con el suicidio de Katherine Yoma, insisten en la urgencia de la elaboración de una ley -que ya nombran como Ley Katherine Yoma- que aborde las violencias estableciendo herramientas para contrarrestarla, que termine con la impunidad que muchas veces existe frente a las personas que agreden docentes. Esta legislación, aclaran, debe incluir protocolos activos, operativos y reales, que otorguen protección a quién denuncie hechos de violencia. 

La semana pasada el padre de la estudiante fue formalizado por la las amenazas contra la profesora. Quedó con arraigo nacional, firma mensual y la prohibición de acercarse a los familiares de Yoma. 

Desde su trinchera, las profesoras feministas están convencidas que algo que va a tender a disminuir la violencia en los espacios educativos y, sobre todo, a generar espacios más armónicos pasa necesariamente por el enfoque de género y la educación sexual integral desde la primera infancia.

“Mucho de lo que se construye en torno a la violencia es un ejercicio de las masculinidades de cómo se construyen culturalmente y, por lo tanto, cambiar esa visión y mirarnos desde nuestras distintas identidades”, explica Rosario Olivares.

Por ahora, los profesores anunciaron que seguirán movilizados exigiendo protocolos de acoso laboral, sexual y hechos de violencia hacia las y los trabajadores, más capacitaciones y herramientas psicosociales para enfrentar la complejidad que conlleva la convivencia escolar. 

Por Katherine y por todos. 

*En Chile existen distintos espacios de ayuda telefónica o en línea para personas que presenten pensamientos suicidas. Algunos de ellos son: Salud Responde del Ministerio de Salud: 600 360 7777 / Plataforma Saludablemente: www.gob.cl/saludablemente  / Fundación José Ignacio: www.fundacionjoseignacio.org / Fundación Todo Mejora: www.todomejora.org / Fundación Summer: www.fsummer.cl /  Fundación Míranos: www.fundacionmiranos.org