Crónica

Provocadora, insurrecta e impredecible


¿Quién es usted, Pamela Jiles?

La figura más extraña del Congreso. Siempre está en boca de todos y cada cierto tiempo (como por estos días) protagoniza las portadas. La excéntrica, la vitoreada por los furiosos, la pifiada por otros, la loca, la pintada de rubia, la del puño alzado, la que corre como Naruto por la alfombra de la sala de la Cámara de Diputados. Aquí intentamos descifrar a la revolucionaria que vota como quiere, a la periodista que no concede entrevistas y a la diputada que anhela la felicidad de sus nietos.

El mito camina con una ceja levantada y sin ningún apuro. Frunce la boca, abre los ojos, lleva una mochila pegada en la espalda. Ha ingresado al Congreso Nacional dejando una estela de perfume y un aura intelectual. “Va agotada”, murmura un periodista que circula febrilmente por el parlamento. “¿Por qué?”, pregunta otro. “Porque se ríe menos”, asegura. “Es que ella es seria”, acota un izquierdista ameno. “Es asistémica”, explica. “Cuidado”, advierte un reportero que trabaja en un diario de derecha, “¡Nos vio! ¡Nos va a tirar un sarcasmo!”. Y todos se agachan, como si el sarcasmo fuera a explotar. La figura pública no se perturba, avanza mirando con acidez el entorno, pero esta vez no dispara una ironía. Se dirige, como un miércoles cualquiera, a la oficina, al hemiciclo, a la sala de la Cámara de Diputadas y Diputados, su espacio de trabajo desde el 2018 y que en la última reelección lo mantuvo gracias a 77 mil votos, gracias a tantos nietos que, emputecidos, la marcaron en sus papeletas.  

-¡Pamela!- grita un periodista.

Ella, a modo de respuesta, levanta la ceja. La ceja derecha, la ceja facha, la ceja depilada. La ceja está interpelando: Qué Quieres, dice la ceja.

-¿Podemos hablar?- insiste el periodista. 

Ella lo estudia, activa un scanner, luego se voltea y sigue su camino.

Es un NO expresado con glamour.

El periodista queda abatido. Con heridas de periodismo, consolado por otros colegas. 

Y entonces ella entra triunfalmente a la sala. Perfume e intelecto. Humor y enojo. La diputada impredecible ingresa a hacer una sátira. Es ella, la insurrecta, la excéntrica, la vitoreada por los furiosos, la pifiada por otros, la loca, la pintada de rubia, la del puño alzado, la que corre como Naruto por la alfombra de la sala, la que en mitad de una sesión parlamentaria ofreció puñetes a un peleador de campo de apellido Urrutia, la abanderada de los retiros, la de la tele, la del periodismo con huella, la de Informe Especial en el TVN glorioso, la que intimó con un General sobre su escritorio, la que narró un montón de fantasías sexuales, la que transitó atada a una pluma rosada, entonces la roja que es rosada, la voz ilustrada de la farándula, la que se pelea con los de allá y los de acá, la que se ríe con los de allá y los de acá. Es la leyenda. Pamela Jiles Moreno, 62 años, periodista interesante, la abuela sin nietos sanguíneos, la ex esposa del mirista Gastón Muñoz, mamá de otro Gastón Muñoz, un curador transexual y pro mapuche, mamá de Aranzazú, la actriz, mamá de dos hijos adoptados que no expone en público. 

-Y ella nunca habla en la sala- avisa José Carlos Meza, joven diputado del Partido Republicano.

-¿Nunca?

-Nunca. 

-¿Por qué?

-Supongo que porque no le sirve. Prefiere hablar en otros escenarios.

-¿Hace preguntas?

-No hace preguntas.

-¿Discursea?

-Menos.

Ella toma asiento y observa. Y revisa con sus ojos azules, la herencia viva de don Juan Jiles Caffarena y María Inés Moreno Calderara, sus papás de extrema izquierda ñuñoína, toda la sala. Y allí, en un solo golpe de vista, notará con agudeza la presencia de un diputado ególatra untado en gel, o del vanidoso del progresismo, el que se dejó bigotes, la morena aferrada al termo, fijará la vista en el pusilánime que no tiene orientación política, también en ese alemán que quiere alemanizar la nación, en la comunista que luce labios rojos y habla con esdrújulas, en todos, en la derecha y en los centrados y en la izquierda, en los tibios y en los poderosos.  

-Todos hablan menos ella- acota el asesor de un diputado de centro.

-A mí me cae bien- anuncia un asesor con personalidad.

-A mí me da susto- revela un asesor pacífico.

Esta vez la diputada Jiles viste de negro y le cuelga un novio por el brazo izquierdo. Es Pablo Maltés, el hombre de Jiles, periodista, otro ex mirista, experto en farándula, un utópico con carácter. Por el plexo solar a ella le circula un mensaje: SEXTO RETIRO. Es una banda verde que le ilumina la apariencia. La propuesta de un nuevo retiro se activó otra vez y ella ha retornado a los noticieros.  

-¿Usted habla con ella, diputado Meza?

-Claro.

-¿Cómo es ella?

-Uf, simpatiquísima. De verdad. 

-¿Por qué?

-Hablamos de todo. Es divertida. Estamos juntos en la Comisión de Ética.

-¿Qué más?

-Yo creo que no hay nadie en el Congreso a quien la Pamela le caiga mal. Quizás un par, uno que otro. Pero a casi todos nos cae muy bien.

-¿Con quiénes habla?

-Con todos. Sabe decir lo que el otro necesita escuchar. Es amiga de la diputada Mónica Arce y de René Alinco.

-¿Cuál será la razón por la cual el pueblo cree que ella está trastornada?

-No sé. Las cosas que ella hace las hace por una estrategia comunicacional. Habla cuando es necesario.

-¿Qué quiere la diputada?

-Que sus ideas ganen.

-¿Y su pareja, el señor Maltés?

-Creo que es el tipo más simpático del mundo. 

-¿Qué?

-Jajaja, Pablo es fantástico…

-¿Qué?

-Es espontáneo y domina todos los temas.

Whatsapp con Pablo Maltés, asesor de Pamela Jiles. Principios del 2023.

Reportero: Señor Pablo Maltés, cómo le va.

Pablo Maltés: ?

Reportero: Soy periodista…¿Es posible hacer una entrevista con la diputada Jiles?

Pablo Maltés: No está dando entrevistas. 

El señor Maltés no responde más.

El señor Maltés, por precaución, tal vez por un sistema de resguardo que aprendió en el MIR, jamás contesta un llamado telefónico.)

El reportero le insiste al diputado Meza:

-¿Por qué Pablo Maltés no permite entrevistas?

El diputado Meza no se sorprende.

-Pablo sabe lo que tiene que hacer.

-¿Quién es Pamela Jiles en verdad, diputado?

-Uf…

El republicano medita.

-No sé quién puede saber eso…

Y queda sumido en una interminable meditación.

¿Quién es usted, Pamela?

Es la hija de dos comunistas felices. Es la nieta de una feminista épica, Elena Caffarena. La sobrina de Ricardo Izurieta, el ex Comandante en Jefe del Ejército. Su árbol genealógico está compuesto de insurrección y de fusiles militares. Fue una niña que vivió en la Cuba de Fidel hasta los seis años. Es la mujer que quiere que los pobres sean más ricos, que los ricos sean menos ricos. Es la que quiere que los endeudados se rebelen, que los conservadores pierdan trascendencia, la populista que grita por el populus. La diputada inclasificable que vota contra la reforma tributaria. La que vota sin conducción partidista, la que vota a la derecha o a la izquierda. La que únicamente adscribe a Jiles. La que genera noticias cada tres días. 

-Pamela Jiles me violó- dijo el Chino Ríos.

-Le recomiendo que vuelva a la farándula. Habla de economía y no tiene idea- reclamó Checho Hirane.

-Es tan graciosa- informa una conductora de televisión.

-No quiero hablar de Pamela Jiles…¡Hay tantos temas de los cuales es importante hablar!- rezonga al teléfono, incómodo, el diputado Tomás Hirsch, un ex humanista al parecer distanciado de Pamela Jiles, también una ex humanista.

Es la ex alumna del Manuel de Salas, la nativa de Ñuñoa, la supuesta accionista de una empresa textil, la que militó en el comunismo, la que militó en el humanismo y la que estudió periodismo en la Universidad Católica.

-¡Ahí la conocí yo! ¡Fuimos compañeritas de curso!- alerta una periodista de gran trayectoria que exige un férreo anonimato. Muchos, al referirse a Pamela Jiles, exigen anonimato. Todos suponen que Pamela Jiles tiene un cuchillo en el cerebro y que con una sola ironía puede desmembrar a los infidentes.  

-Tenía el pelo café. Ahora dice que es una rubia por vocación- afirma la compañera de periodismo.

Y agrega, entre suspiros:

-Era preciosa.

Y sigue:

-Era inteligente, arbitraria y divertida.

Y se entusiasma:

-Sí, y tenía amores…

A mediados de los setenta esta hippie de historial revolucionario deambulaba por el Campus Oriente de la mano de Gastón Soublette, el Quijote de Chile. Según parece, fue una conexión entre neuronas, el encandilamiento con un sabio. La rebelde y el Quijote se gustaban. Y tuvo un amorío con Juan Enrique Forch, un bellísimo cineasta en ciernes. Desafiaba a los profesores. Desafiaba lo establecido. 

-Una pregunta, profesor- Jiles alzaba la mano.

-Diga…- y el profesor temblaba.

Lucía en esos tiempos, relata la compañera, “un enterito de color verde loro y tenía el pelo muy largo”. Andaba en taxi, afirma, porque era comunista, pero rica. Su tío, Blas López, dueño de Caffarena, la amaba. El alumnado transpiraba colgado en la micro y Jiles, la roja con contenido, atravesaba a prisa la ciudad sin verificar el taxímetro.

-Fue amiga de la Toto Romero y luego se peleó con la Toto Romero.

-¿Por qué?

-Puso en duda que la Toto tuviera un amante francés llamado Jacques.

Fue amiga y luego se peleó con Tati Penna. Siempre, dice la compañera, se peleó con las amigas eternas. Le compró una casa a la periodista Andrea Vial cuando estuvo emparejada con un portugués. Sus historias siempre tenían adornos imaginativos.

-¿Ella practicó el periodismo mágico? ¿Ese periodismo que se compone de una mitad de realidad y otra mitad de alucinación?

-Absolutamente. Ha sido muy fantasiosa para narrar. Su encuentro con Fidel, por ejemplo. O con Arafat. 

-¿Pamela Jiles es lo que se llama una cuica?

-No- sentencia-, no era cuica, pero era una privilegiada.

Proviene de una familia de inmigrantes con éxito comercial. Eran todos ilustrados con ideas de izquierda enfática. Vivían en una buena casa cerca de la calle Irarrázabal. La compañera admite que esa Jiles universitaria derivó en una indescifrable política actual:

-La Pamela es como personaje de reality show: disfuncional, cutre, divertida a ratos, competitiva. 

Y un día, por causas monetarias, se internó en la farándula. La mirista imposible de domar, la rebelde con carisma, analizó las angustias de los famosos. Una ex conductora de televisión, con quien compartió el estudio en esos años de rigurosas investigaciones en torno a figuras como Arturo Longton, entre otros, revela que “Pamela Jiles era genial”. Y dice que su vida personal era un secreto, jamás invitó a gente a su casa, jamás habló de sus hijos. No sabía manejar. No decía garabatos. Su único garabato histórico fue aquel:

-¡Piñera es un asesino conchadesumadre…!

Fechado el 19 de mayo del 2021, en medio de unas elecciones polarizadas. Pero ella, Pamela, hablaba siempre igual, tal cual la imita Kramer. Incluso, a menudo hablaba de sexo con elegancia. Paseaba siempre sujeta a Maltés, el asesor chispeante. Eran dos partners enamorados. Jiles y Maltés, el dúo politizado, la dupla abstracta de la política chilena.

-Pero es una mujer extraordinaria- concluye su colega de televisión.

-¿En qué sentido?

-No es tan dura. Ayuda a todos.

La periodista sin entrevistas

Y la sensación es que Pamela Jiles es una mujer doble. Tiene un lado estratégico y otro lado bondadoso. Se peleó con el humanismo, pero en la vida sin focos sigue siendo humana. Es tajante y a la vez insegura. Increpa a los militares, pero, según relató en uno de sus libros, se acostó salvajemente con un General, tendida en la mesa. Fustiga a los que están arriba y, al mismo tiempo, está empecinada en ser rubia. Es la periodista que prefiere no conceder entrevistas. Es un enigma permanente, un personaje que se podría retratar en una serie de Netflix. Ocho capítulos hipnóticos sobre Jiles. Ella, la Jiles enemiga de los giles. 

Y todos siguen opinando, todos siguen alucinados con el personaje:

-Es brillante- dice la ex conductora de televisión.

-Se ha puesto rara- dice la ex compañera de universidad.

-Yo una vez la entrevisté para el extinto programa Plaza Italia y fue la entrevista más impactante de mi vida- confesó Marcelo Comparini. ¿Por qué? “Se tendió en el sillón y me empezó a acosar con proposiciones incómodas”, argumenta sonrojado Comparini, casado, cuatro hijos, un señor ajustado a la vida correcta.

-Todo lo hace por algo. Todo…todo…- opina, con cierta admiración, el diputado José Carlos Meza.

-¡Por favor no me preguntes más por la Pamela Jiles!- grita enloquecido el diputado Tomás Hirsch.

Y ese miércoles, cumpliendo una jornada cualquiera, en pleno Congreso, Pamela Jiles termina su trabajo en la Comisión de Ética. Y luego se introduce en la Comisión de Constitución, al parecer su instancia favorita. Y va con su ropa negra, con el asesor colgado al brazo y la banda verde pegada al cuerpo. Va difundiendo el sexto retiro, esquivando a la prensa, buscando el nexo con los furiosos nietos. Y todos se hacen preguntas y nadie sabe muy bien quién es. Es ella en su planeta Jiles, el que habita con Pablo Maltés. Y así, inabordable, irá generando noticias. Siempre en su mundo, en su polémico, sensacional e interminable mundo.