Crónica

Previsión social, vejez y proceso constituyente


A la espera de un júbilo utópico

En plena dictadura, las jubilaciones en Chile pasaron del Sistema de Reparto, gestionado por el Estado, al de Capitalización Individual a través de las Administradoras de Fondos de Pensiones. 42 años después, los resultados son poco alentadores: mal uso de los ahorros, brechas de género y bajas pensiones. ¿Acaso el sistema está condenado a beneficiar siempre a unos pocos? Este reportaje muestra las fallas del las AFP, en momentos en que el Consejo Constitucional aprobó la inexpropiabilidad de los fondos de pensiones.

–Pregúntame qué he hecho con mi jubilación –dice Patricia Cerda mientras está sentada en el living de su casa tomando una taza de café. Vive en la comuna de Santiago junto a su esposo, hija y madre. Tiene 60 años y hace dos meses que empezó a recibir sus pensiones.

Piensa qué hará en 20 años, en su vejez, cuando tenga 80. Piensa en su futuro y lo que le gustaría hacer. Recuerda el inicio de su vida laboral en 1983, tras tener a su primer hijo, y en los lugares en los que trabajó: en una confitería vendiendo helados, tortas y pasteles; y en una tienda de telas. “Yo era super buena vendedora. Me gusta mucho el contacto con la gente y me iba muy bien, porque vendía mucho y tenía buenas comisiones”, dice. 

Tiempo más tarde, junto a su esposo fueron dueños de una imprenta. En ese periodo Patricia aprendió diseño gráfico. “Teníamos harta gente trabajando, pero empezó la factura electrónica y nuestro negocio bajó y nos fuimos en picada”. 

Manifiesta que después de años trabajando le gustaría disfrutar, viajar y descansar. Sus sueños aterrizan cuando piensa en los $158.000 que recibe todos los meses de pensión por vejez.

–Mi pensión se va para la casa –expresa. 

A pagar el gas, la locomoción, los medicamentos, la alimentación, el Crédito Hipotecario de su casa. Los gastos se distribuyen entre sus ingresos, el sueldo de su esposo y la pensión de su madre de 90 años. “Imagínate si yo hubiera estado sola. Una cuando está jubilada, lo que espera es recibir algo para estar tranquila, ni siquiera para darse lujos. Por último, para vivir tranquila y poder pagar las cuentas”, afirma. 

Patricia es una de las 2.283.560 personas que se encuentra afiliada y pensionada en una de las 7 Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), según las estadísticas y reportes entregados por la Superintendencia de Pensiones. Su monto de jubilación se traduce luego de cotizar y pagar imposiciones por 40 años en el Sistema de Capitalización Individual obligatorio de las administradoras, en el que cada mes los y las trabajadoras deben entregar el 10% de su sueldo y/o ingreso para su pensión futura.

“No tengo expectativas con mi jubilación”, expresa. “Yo después prácticamente voy a estar viviendo de la caridad del gobierno, porque todo lo que ahorré en la AFP no valió nada (...). Yo me siento estafada por el sistema. Nosotros y nosotras somos las víctimas, quienes fuimos jóvenes en los 80 y empezamos a imponer. Somos los grandes estafados del sistema”.

La privatización de la Seguridad Social

Portada del diario El Mercurio, año 2000: 

Chilenos se pensionarán con el 100% de su sueldo el 2020 

19 años antes, en dictadura, en mayo de 1981, las AFP debutaron en el sistema chileno a través del Decreto de Ley 3.500, que estableció el nuevo sistema de pensiones administrado por privados, que reemplazaba el Sistema de Reparto gestionado por el Estado a través del Instituto de Previsión Social (IPS).

Carlos Tromben, periodista autor de libros que han investigado los vínculos de la economía chilena, menciona que el objetivo fundamental en el debut de las AFP era generar capital para los grupos económicos privados: “Al principio solo se invertía en bonos de la Tesorería General de la República, en Letras Hipotecarias, y muy pocos bonos de empresas. Pero, a la larga, el diseño tendía a que, en algún momento, todo el ahorro obligatorio de los trabajadores comenzara a destinarse progresivamente a financiar empresas y grupos privados. Ese es el principal objetivo, privatizar la gestión de la seguridad social y privatizar el destino de esos fondos”.

Imagínate si yo hubiera estado sola. Una cuando está jubilada, lo que espera es recibir algo para estar tranquila, ni siquiera para darse lujos. Por último, para vivir tranquila y poder pagar las cuentas.

Patricia Cerda

Una investigación publicada por la Fundación SOL en 2023, “¿Quién es quién en el negocio de las AFP y las Compañías de Seguros?”, expone los vínculos entre las AFP y las Compañías de Seguros, revelando que las administradoras obtienen sus principales ganancias a través del cobro de las comisiones de administración, el ahorro previsional voluntario, personas jubiladas por retiro programado y en las compañías de seguros a través de, por ejemplo, la participación del Seguro de Cesantía mediante el control de la Administradora de Fondos de Cesantía (AFC).

María José Azócar, socióloga e investigadora de la Fundación SOL, menciona que el Sistema de Capitalización Individual ha potenciado la financiarización de la economía al utilizar en distintos instrumentos financieros los ahorros individuales de las personas: “Típicas familias ya acaudaladas se han visto beneficiadas con el sistema. Por otra parte, se han visto beneficiadas Compañías de Seguros de Vida internacionales. Aquí hay que tener una visión global de cuáles son los impactos del sistema, porque al final ha sido un sistema que ha beneficiado a personas que ni siquiera se encuentran en Chile y que son dueños de estas compañías de seguros de vida”.

Lo anterior, se complementa con lo mencionado por el economista y vicepresidente del Centro de Estudios Nacionales para el Desarrollo Alternativo, Manuel Riesco: “Las compañías de seguro se han llevado cotizaciones que se han pagado desde 1981 hasta ahora (...). Con todo el dinero que va a las compañías de seguro, solo 4 grupos concentran la mitad. Se han hecho multimillonarios en dólares, porque eso pasa a su propiedad”.

En las últimas semanas, el Consejo Constitucional -controlado por el Partido Republicano- aprobó la inexpropiabilidad de los fondos de pensiones. Desde el ala oficialista, denominaron la medida como una “constitucionalización de las AFP”.

Ser mujer cuidadora

–Mamá, ¿quieres una galleta?, le dice Patricia Cerda a su madre mientras se la entrega. 

–Estoy acá sentada, conversando. Ya nos vamos a acostar, añade.

–Gracias, le dice ella en un bajo tono de voz.

En 2016, Patricia trabajaba en la imprenta que mantenía con su esposo cuando su madre comenzó a tener síntomas de demencia. Ese año la llevó a vivir a su casa y se transformó en cuidadora de una adulta mayor.

La última Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT), publicada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) en 2015, estableció que “las mujeres participan más que los hombres y destinan más tiempo al trabajo de cuidados, independiente de su vínculo con el mercado laboral (...). Las mujeres desocupadas son quienes más participan en el trabajo de cuidados, con 57,9% y destinan en promedio 3,84 horas en un día tipo”.

“Yo no puedo generar ingresos cuidando a mi mamá. Llevo 7 años cuidándola y dejé de imponer”. Esto se traduce en que estuvo todo ese tiempo con las llamadas “lagunas previsionales”, que corresponden a los periodos en los que no hay pago de las cotizaciones mensuales en las AFP.

María José Azócar, de Fundación SOL, menciona que el caso de Patricia es la consecuencia de que históricamente las mujeres se han dedicado a tareas de cuidado y que eso se ve materializado en sus trayectorias laborales: “Las mujeres tienen menos tasa de participación laboral. Las mujeres tienen más interrupciones en su trayectoria laboral, tienen menos salarios en comparación con los hombres y tienen salarios más precarios y empleos informales. Cada uno de estos elementos va penalizando a las mujeres, cuando estamos bajo la lógica de un Sistema de Capitalización Individual, porque lo que éste exige es que ahorres. Entonces, si tienes más interrupciones en tus trayectorias o si ganas menos salario, eso se va a reflejar en tu pensión final”.

Patricia dice que si pudiera trabajar, lo haría. Manifiesta que se jubiló por necesidad. “Qué sacaba con jubilarme más adelante, si al ser cuidadora no iba a tener más imposiciones. Cuando cumplí 60, dije: ‘Me jubilo’. Porque o si no qué voy a hacer. No sé cuándo podré volver a trabajar”.

Durante la primera semana de agosto, su madre se accidentó y se quebró la cadera. Tras eso sus gastos aumentaron y con ello nuevas necesidades para su cuidado. 

A la larga, el diseño tendía a que, en algún momento, todo el ahorro obligatorio de los trabajadores comenzara a destinarse progresivamente a financiar empresas y grupos privados.

Carlos Tromben

–Cuesta llegar a fin de mes. De un día para otro tuve que comprar un montón de cosas para mi madre y eso viene con una jubilación miserable. De qué valieron todos los años que trabajaste y te preocupaste de que te hicieran contrato y que impusieras. ¿Para qué?, para enriquecer a otros.

Patricia y su esposo, quien aún no es pensionado, depositan su esperanza en terminar de pagar su casa. Cuando ambos estén jubilados, la opción que han contemplado es venderla y comprar algo más pequeño en provincia, algo en lo que pueden vivir el resto de sus vidas.

–¿De qué vamos a vivir? Porque podríamos decir: ‘Nos quedamos en la casa con nuestra pensión, viajamos y lo pasamos chancho’. Pero es un sueño, como en las películas.

Ayuda estatal 

Comuna de Maipú.

Judith Naturali, de 80 años, está sentada revisando una carpeta con documentos de cuando realizó los trámites de su jubilación. 

–Esto fue cuando presenté un reclamo en la Superintendencia de Pensiones –dice, mientras mueve la hoja y revisa otra–  Cuando fui a gestionar mi Bono de Reconocimiento noté que había bajado a $74.000, casi la mitad de lo que inicialmente me informaron.

El Bono de Reconocimiento, según informa la Superintendencia de Pensiones, es una suma de dinero entregado por el Estado a quienes se cambiaron desde el sistema antiguo de pensiones a una AFP. 

Judith trabajaba en una envasadora de vino cuando en septiembre de 1981 dejó de cotizar en el antiguo Sistema de Reparto y empezó a imponer en una Administradora de Fondos de Pensiones. “De un día para otro, no le preguntaron a nadie, aparecimos todos cambiados del seguro social a una AFP”.

Recuerda que comenzó joven a trabajar y que en un periodo se desempeñó en ocupaciones informales, por lo que perdió varias imposiciones. Fue secretaria y cajera. Luego, junto a su esposo, trabajaba de forma independiente y siempre se preocupó de pagar sus imposiciones.

–Mi esposo me decía: ‘Vaya a pagar su pensión’ y yo la iba a pagar por caja’ –recuerda.

Judith se jubiló en 2002, a los 60 años. “Los fondos se me acabaron rápido, porque no tenía mucho”, expresa.

En el 2008, la Reforma Previsional establecida en la Ley 20.255 creó el Pilar Solidario. A través de la Pensión Básica Solidaria (PBS), personas que nunca cotizaron en un sistema de pensiones recibirían un monto mensual; y con el Aporte Previsional Solidario (APS), se permitió complementar las bajas jubilaciones. Judith fue una de las personas beneficiadas a través del sistema solidario. Actualmente recibe la Pensión Garantizada Universidad (PGU), creada a través de la promulgación de la Ley 21.419 en 2022

Si lo anterior se analiza en porcentajes, la ayuda que el Estado entrega para las pensiones, respecto a las cifras entregadas por la Fundación SOL, es del 82%, mientras que solo el 18% proviene de las AFP y las Compañías de Seguro.

El periodista Carlos Tromben, expresa que los beneficios estatales, como la PGU, reflejan el signo de los tiempos: “Cada vez ha quedado en más evidencia que las AFP, como único actor del Sistema Previsional, es insuficiente. El Estado ha tenido que ir paulatinamente involucrándose y poniéndose con más recursos que provienen de los impuestos de los y las chilenas”. 

–Recibo la PGU máxima, 206 mil y fracción –dice Judith.

Cuando se le pregunta su percepción sobre las pensiones actuales, agrega: “Es una injusticia social muy grande la que tenemos. Una persona que le dio tanto a su país, quién vive con eso. Yo vivo porque tengo la bendición de mis hijas, que son bien preocupadas de que no me falte nada. Pero hay personas que no tienen a nadie, y son muchas”.

Pese a que la PGU mitiga la falta de ingresos para Judith y para muchas personas más. Surge una nueva brecha: las personas pueden acceder a partir de los 65 años, cuando la edad de jubilación de las mujeres es a partir de los 60. 

Sobre lo anterior, María José Azócar puntualiza: “Los montos de pensiones son tan bajos que, por supuesto, un aumento de pensiones es bienvenido para poder aliviar el dolor. Pero ese gasto social en nada corrige los problemas más graves del sistema y que es un sistema que depende de desigualdades (...). Es cierto que las mujeres, en promedio, viven más que los hombres, pero acá es relevante preguntarse cómo llegan las mujeres a esos 60 años”.

De acuerdo con la última encuesta Feedback sobre preferencias en el Consejo Constitucional, la mayoría de los ciudadanos optaría por un financiamiento mixto para sistemas de pensiones (pagado en forma proporcional por trabajadores, empleadores y el Estado). 

¿Meritocracia u opresión? 

Flor Rodríguez, de 76 años, está sentada en el living de su casa, en la comuna de Recoleta. Piensa en cuando iba a la Plaza de la Constitución a protestar por la Deuda Histórica de los profesores y profesoras. Ésta se debe al no entregarles el reajuste salarial establecido en el Decreto de Ley 3.551, cuando en 1981 las escuelas públicas del país fueron traspasadas del Estado a las municipalidades.

–Son millones de pesos que no se han podido pagar. 

Flor fue profesora por 30 años de matemáticas y computación en un colegio público de la comuna de San José de Maipo. 

En 2008, tras 30 años enseñando, tomó la decisión de jubilarse a los 62 años. En ese tiempo fue a consultar a la AFP en la que cotizaba y les explicó que quería una mensualidad como la que tenía cuando trabajaba. Desde ese año, recibe su pensión por retiro programado, calculado hasta los 80 años (la esperanza de vida de las mujeres en Chile es de 82 años), que varía año a año y se deposita mensualmente.

La ayuda que el Estado entrega para las pensiones, respecto a las cifras entregadas por la Fundación SOL, es del 82%, mientras que solo el 18% proviene de las AFP y las Compañías de Seguro.

–Yo siempre digo: ¿Y si se me termina la plata?, expresa Flor.

La interrogante que constantemente se hace Flor, se la deben hacer millones de personas en el país. Al analizar las jubilaciones, éstas están lejos del sueldo mínimo actual, que alcanza los $460.000. 

Según el Boletín de Septiembre de Nuevos Pensionados por Vejez, por la consultora Ciedess, el promedio de pensiones autofinanciadas por vejez, correspondiente a los y las nuevas pensionadas en el mes de julio, fue de 4,73 Unidades de Fomento (UF), esto equivale a $170.000. En el caso de los hombres, el monto promedio fue de 260.000, y en el de las mujeres no alcanzó los $100.000. 

La pensión que Flor recibe se acerca al sueldo mínimo de $460.000. Mensualmente recibe en total $400.000. Solo alcanza esa cifra gracias al Bono Post Laboral, tras ser profesora pública, y con la Pensión Garantizada Universal.

Dice que dispone de su dinero. “Yo divido la plata, primero con la alimentación, si tengo que ir al médico, voy. Si tengo que hacerme un arreglo dental, también voy, me cuido”. No obstante, la pensión que obtiene es menor a la que recibía como profesora, pese a cotizar de manera ininterrumpida: “Es baja. Cuando trabajaba, trabajaba más de lo que decía el contrato de trabajo. Yo viajaba en mi vehículo hasta el Parque O’Higgins, lo dejaba estacionado y de ahí a nosotros nos daban un pase para llegar al colegio. Yo salía a las 5 de la mañana de mi casa y llegaba a las 11 de la noche”, recuerda.

María José Azócar, explica que las AFP basaron su discurso, en parte, en que si las personas trabajan y cotizan por más años, obtendrán durante su vejez una buena pensión: “Estamos en un sistema totalmente en crisis. El Sistema de Capitalización Individual es un sistema que prometió una utopía en función de las lógicas culturales que típicamente tiene el capitalismo y que se refiere a la meritocracia, pero que en la práctica jamás se cumplieron esas promesas”. “La gran injusticia es tener un Sistema de Previsión Social que beneficia a unos pocos a costa de la explotación y opresión de la mayoría”, concluye.