Ensayo

Teatro a Mil


Qué es ser hombre en tiempos feministas

“Antes que los dioses fueran hombres”, la obra escrita por Gerardo Oettinger y dirigida por Rodrigo Soto llega al Festival Teatro a Mil. A través de una apuesta minimalista, un grupo de hombres diversos se reúnen en círculo a explorar lo que significa ser hombre en la sociedad actual.

Rita Segato decía que los hombres son las primeras víctimas del patriarcado. Observar ese lugar no es común entre los hombres; al contrario, la coraza emerge para sostener la fortaleza que el mandato de la masculinidad hegemónica les ha inculcado. Cumplir con el deber ser y las múltiples expectativas que pesan sobre su género. Quizás por eso, la temporada de estreno de “Antes que los dioses fueran hombres” fue tan exitosa. El público puede ver en escena a un grupo de hombres diversos que hablan desde la vulnerabilidad, explorando la crisis de la masculinidad, intentando entender qué es ser hombre en tiempos feministas. 

Inspirados en lecturas, conversaciones, y documentales como el español “El círculo” (Iván Roiz), el director y también actor, Rodrigo Soto junto al dramaturgo Gerardo Oettinger crearon un texto que representa a un Círculo de Hombres compuesto por seis varones (Ricardo Fernández, Mario Horton, Felipe Zepeda, Edinson Díaz, Andrew Bargsted y César Sepúlveda) y sus respectivos arquetipos masculinos: el machista, el aliado feminista, el gay que experimenta violencia de pareja, el funado, el guía que facilita los temas del círculo, y un femicida que pagó con 15 años de cárcel haber asesinado a su esposa.

Los espacios de conversación entre varones existen hace décadas, sin embargo, en Chile no son tan públicos. "Fue un proyecto sumamente difícil. No solo por cuestiones de financiamiento, sino porque había miedo. Fui rechazado en tres espacios teatrales con el argumento de que tocar un tema delicado podría provocar funas. En ese momento, la funa estaba en su punto álgido. A pesar de eso, nunca tuve miedo. No lo tengo ahora tampoco, porque en esta obra no defiendo a mi género", afirma Soto. Y es que uno de los principales desafíos fue cómo abordar el tema sin caer en el blanqueamiento del machismo. Buscar un equilibrio para que la historia no se contrapusiera al feminismo. Investigaron, leyeron, se asesoraron, dialogaron con amigos y amigas, y reflexionaron sobre sus propias vidas. Soto reflexiona: 

-El ejercicio era exponer a hombres, en relación a lo que les sucede hoy en día con todo este tema, con deconstruirse, con impermeabilizarse, con ser consciente del poder que tiene el hombre hoy día. Pero también, obviamente, no todos los personajes son así. Los personajes están bien definidos; hay uno que es super machista y que de alguna manera cuestiona todo". Agrega: “Fue bonita la experiencia porque la obra agotó sus entradas antes de que acabara la temporada. La gente empatizaba, las mujeres empatizaban que eran la mayoría del público. Eso nos llamaba la atención, que había mucha mujer feminista. 

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Una de las preguntas claves de la obra es si los hombres pueden ser feministas. De hecho, el personaje autoproclamado aliado feminista, aparentemente deconstruido y en proceso de revisión de sus privilegios; resulta ser parte del grupo de hombres que se han aproximado a ese discurso de manera cosmética. 

-Yo personalmente no me considero feminista. Me parece que hay muchas personas en este mundo que dieron la vida por el feminismo y creo que es muy patudo de mi parte decidir ser feminista. No me corresponde, yo me pongo al final de la fila para ser feminista, señala categórico el director de la pieza.

Siempre en la lógica binaria, a veces con humor, otras desde la más oscura franqueza, el montaje aborda temas como la monogamia, el trabajo, las funas, y la violencia, que transita de manera transversal, como explica Soto: “La abordamos desde el día a día, desde lo que nos pasa a nosotros. Hay un personaje gay que sufre violencia por parte de su pareja, una historia real. Él sufre y todavía está ahí porque lo ama y porque cree que puede recuperar esa relación. La violencia se presenta de manera transversal en toda la obra, no se puntualiza. Cuando hablamos de violencia, no nos referimos solo a la violencia física, sino también a cómo expresamos las cosas, a nuestras ideas sobre algo".

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Los cuerpos, unas sillas, las luces y una tenue atmósfera sonora completan el dispositivo escénico. Rodrigo Soto opta por una estética minimalista que caracteriza sus puestas en escena: “Soy un director de actores y me concentro mucho en eso. Pienso que el actor te puede dar color, dar forma, olor, atmósfera, textura a la escena. Soy un convencido de eso. Mi dispositivo escénico general se traduce en el cuerpo del actor. Me gusta que se vea la hilacha, la imperfección. En la imperfección hay verdad, hay un límite, hay un limbo, hay un vértigo”.

–¿Cómo impactó este proceso de trabajo en sus prácticas afectivas y discursivas como hombres? ¿Generó cambios?

–Sí, definitivamente. Hasta el día de hoy lo conversamos entre nosotros y con algunas parejas. Hubo ensayos en los que los chicos hablaban de cosas que nunca habían compartido. Podría hacer otra obra con toda esa información. Fue un espacio de confianza, aunque no todos se conocían ni eran amigos. Eso generó una unidad muy bonita. También noto una conciencia frente al otro, frente a la otra persona, que era diferente antes de la obra. Luchan, en el buen sentido, contra su machismo, porque fueron criados de cierta manera. Yo tengo casi 50 años y me criaron de forma diferente; me decían que los hombres no lloraban. Somos torpes emocionalmente. Los hombres no somos inteligentes emocionalmente, no decimos `te amo, amigo`, no tenemos esa inteligencia, porque si yo digo eso me van a decir maricón. Este trabajo ha generado una evolución bonita y es un proceso de día a día.

Pese a su optimismo en los avances que estos temas están teniendo en el arte, Soto reconoce que “vivimos en una burbuja, pensando que todos están conscientes de la importancia de estos temas, pero la realidad es diferente. En Chile, hay personas a las que simplemente no les interesa o no están al tanto. ¿Por qué? Muchos están preocupados por los portonazos, que no les roben la plata, la falta de trabajo. A veces me meto a Facebook y veo a compañeros del colegio con los mismos chistes de los años 90. Es lamentable, porque somos lo que somos por una dictadura. Si nos olvidamos de los detenidos desaparecidos, ¿imagínate lo que queda para otras cuestiones importantes? Es tremendo. Creo que ahí hay algo que nos estamos saltando un poco”. 

Ficha artística

Dirección: Rodrigo Soto | Dramaturgia: Gerardo Oettinger | Elenco: Mario Horton, César Sepúlveda, Ricardo Fernández, Felipe Zepeda, Edinson Díaz y Andrew Bargsted | Producción: Alessandra Massardo | Diseño lumínico y escenográfico: Rodrigo Leal | Selección musical y arreglos: Nicolás Díaz | Vestuario: Nicolás Jofré | Técnico iluminación y operador: Lucas Culaciati | Fotografía: Rod Hoffmann | Registro Audiovisual: Mauricio Espinoza | Asistencia coreográfica: Gonzalo Beltrán

Fotos:  Andrés Garcés