Negociadora, imponente y audaz


El nuevo poder de Paulina Vodanovic

Irreverente, reina de la moda, heredera de un linaje dorado del socialismo, fanática de las campañas, de la adrenalina, Paulina Vodanovic pasó en dos años de estar lejos de las trincheras políticas a ser la mujer fuerte de la centro izquierda. Un lugar en donde se articula, o choca frontal, con sus socios del Frente Amplio, a quienes no teme en hacerles de contrapeso en un gobierno con dos almas.

Era el tercer día de negociaciones. Afuera, el calor podrido de febrero no daba tregua a quienes buscaban cualquier sombra en el centro de Santiago. Adentro, en la casona de París 873, sede del Partido Socialista (PS), murallas blancas, altas y antiguas atestiguaban las ojeras, los litros de café, los cientos de cigarros y la urgencia por sellar a las y los candidatos para el Consejo Constitucional que presentaría Unidad Para Chile, el pacto oficialista que juntó a los dueños de casa con el Partido Liberal y a Apruebo Dignidad. 

Con los ánimos caldeados, las candidaturas de varias regiones habían quedado zanjadas desde los días previos, cuando alrededor de las 17:00, la presidenta del Partido Socialista, Paulina Vodanovic, puso sobre la mesa al elefante de la habitación: ¿Qué pasa con la región de Valparaíso?

—¿Qué pasa con eso? —dirigentes de Apruebo Dignidad presentes se miraron entre sí.

En esa circunscripción, en donde el pacto tenía un total de seis candidaturas, el PS quería tener dos de ellas. Pero los presidentes de Convergencia Social y Revolución Democrática, Diego Ibáñez y Juan Ignacio Latorre, a casi veinticuatro horas de la inscripción de estas, no estaban disponibles para ceder en esos cupos. Ambos argumentaban que eran parlamentarios de la zona y conocían el sector. 

La discusión se entrampó por horas, en las que los presidentes del FA entraban y salían en un ritmo frenético de la sala, llamaban por teléfono y se tomaban la cabeza. Hasta que Vodanovic, impotente, golpeó la mesa.

—Bueno, ¡esta es la exigencia de mi partido! 

Punto. 

No se paró de la mesa, ni descuidó el tira y afloja. Hasta que Ibáñez y Latorre se convencieron de que esos dos cupos debían ser socialistas. Eran las 5:30 de la mañana.

—Por eso te digo, es enfocada en lo que quiere —dice una alta dirigenta del oficialismo.

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Cuando llega a La Moneda para cada comité político ampliado, nunca pasa piola. 

Su paso firme, apurado, sumado al ondeo de sus chaquetas blancas, negras, amarillas, azules; a sus vestidos sobrios, llamativos, con flores, con círculos, cortos, largos; a sus tacos, a sus anteojos de sol, grandes y cuadrados, a sus collares de perlas, y a sus carteras, cuidadosamente coloridas, la hacen una presencia imposible de obviar. 

Ella dice que se siente más cómoda con una pinta así, formal, bien vestida, antes que andar con tenida de fin de semana o, peor aún, con la informalidad total de los frenteamplistas. Y la soltura y sonrisa con la que anda al pasar saludando a quien se cruza son muestra de ello.

—Es la reina absoluta en esa categoría, —dijo Flavia Torrealba, presidenta de la Federación Regionalista Verde Social sobre su estilo de vestir, en una entrevista reciente.

—Tiene una personalidad envidiable —afirma Leonardo Cubillos, presidente del Partido Radical y ex compañero de universidad de la timonel PS.

—¡Es una galla muy chora! Buena para reír y políticamente incorrecta. Si se le hinchan los pies ¡Los pone arriba de la silla!

—Es de las que en momentos complejos dicen ‘no nos hagamos problema por esta wea, ¡hay cosas peores!’ —comentan en el Socialismo Democrático.

Y es que, además, camina habitando el rol de mujer fuerte del Socialismo Democrático en el que se ha convertido, de forma meteórica, en los últimos dos años.

En pocos meses, pasó de la presidencia de Horizonte Ciudadano, la fundación de la expresidenta Michelle Bachelet, a ser la cabeza del Partido Socialista y senadora por la región del Maule, cargo que asumió en marzo, luego que Álvaro Elizalde dejara su escaño en la Cámara Alta para llegar a la Secretaría General de la Presidencia.

—Ahora en el Congreso le dicen Maulina Vodanovic, incluso —dice, riendo y con un dejo de ironía, un dirigente del Frente Amplio.

Además, parte de su imponente figura también se la da al rol clave que ha asumido entre el Socialismo Democrático, donde juega de local, y Apruebo Dignidad, donde en más de una negociación se ha visto entre los dos mundos que componen el oficialismo.

Ejemplo de esto fue cuando planteó hacer una revisión crítica del programa de gobierno, en una suerte de realismo sin renuncia dos punto cero que sacó ronchas en el Frente Amplio. 

Todo eso, además tras el cambio de gabinete de marzo donde sus capacidades de negociadora lograron sumar a una ministra socialista en Obras Públicas, y a un subsecretario y dos subsecretarias de su tienda al Ejecutivo.

A puertas cerradas, es una de las voces más directas y críticas sobre la gestión del Frente Amplio, acotan las fuentes bajo reserva.

Con todo, en cosa de meses se ha convertido en la presidenta cuyo partido tiene más militantes en el gabinete. Es cercana a las y los ministros Elizalde, Tohá, Montes y López. Además, su tienda ostenta una de las bancadas parlamentarias más numerosas, el mayor número de escaños entre las izquierdas en el Consejo Constitucional y mantiene una estrecha relación con los tres expertos PS que participaron en la redacción del anteproyecto de Constitución.

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Al momento de examinar de cerca qué astros se han alineado en los últimos meses que han convertido a Paulina Vodanovic, la ex abogada que ejercía de forma libre su profesión, la hija de un dirigente histórico socialista, la bisnieta de uno de los fundadores del PS y la amiga cercana de Bachelet, en el liderazgo más fuerte de la centro izquierda, hay varias explicaciones que saltan.

Hay fuentes que se deshacen en calificativos: es perseverante, trabajadora, pila, impetuosa, jugada, optimista. Otras apuntan a su faceta de estratega.

—Tiene una tremenda inteligencia política y comunicacional — comenta el ex jefe de bancada socialista, Tomás de Rementería.

—Ha mostrado ser una líder natural que corre riesgos con mucha audacia —asegura el diputado socialista Leonardo Soto.

En los últimos dos años, Paulina Vodanovic no le ha hecho el quite a empresas electorales que parecen cuesta arriba, si no imposibles. 

En el 2021, lejos de la primera línea de la política, luego de solicitar al partido, en ese entonces liderado por Álvaro Elizalde, competir por un escaño en la Cámara Alta por Coquimbo, se abrió un cupo en la centro izquierda por la región Metropolitana. 

El desafío no era menor: en esa circunscripción el PS no tiene gran representación de parlamentarios, alcaldes, ni concejales, y, además, debía doblar en votación a los dos candidatos del PPD y a los dos de la DC, pero tomó el riesgo, y perdió.

—Quería probarse y dejar un testimonio dentro del PS —especula una cercana fuera de grabadora.

—Ninguno de la lista del Socialismo Democrático fue electo, pero ella subió varios peldaños en su carrera política —comenta Soto sacando el saldo de esa primera aventura electoral.

Luego, en 2022 fue por la presidencia de su partido, entre medio de dos pesos pesados que corrían como favoritos: el senador Alfonso de Urresti y el histórico dirigente de la transición Camilo Escalona.

Y ahí, acaso recordando cómo recorría Chile junto a su padre, Hernán Vodanovic Schnake, en su renoleta mientras lo acompañaba a recomponer el tejido socialista en la clandestinidad durante la dictadura, visitó los comunales y regionales PS de todo el país. Obtuvo la primera mayoría individual del país, casi dobló la votación de los otrora favoritos, y se convirtió así en la segunda mujer en presidir el partido de Allende en su historia. La primera, por cierto, fue la hija del propio Chicho.

Con todo, en esto se encuentra otra afición de Vodanovic, una que la ha acompañado desde que, en sus años universitarios, formó parte activa del No y de la candidatura de Patricio Aylwin: le encantan las campañas.

Lo que para muchos políticos es una piedra en el zapato, a ella fascina. Las reuniones interminables, la feria, la calle, caminar con calor, caminar con frío, los debates, tocar timbres, recibir portazos, la adrenalina, que ir para el banderazo de allá, que venir para el acto de acá, que el volanteo de no sé qué. Todo eso.

—¡Le encanta que su vida sea un poco caótica! —sintetiza una dirigenta de la centro izquierda.

Esta veta se puede rastrear desde que, junto a sus compañeros de la Escuela de Derecho de la Chile, grupo que contaba con Álvaro Elizalde, el fiscal nacional, Miguel Ángel Valencia, el senador Alfonso de Urresti, la ex canciller Antonia Urrejola y el presidente del partido Radical Leonardo Cubillos, ganaron las elecciones del Centro de Estudiantes con Patricia Roa a la cabeza, ante una joven y, aún no en el palco, Ximena Rincón.

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Aunque la mayor parte de su carrera la ha ejercido de forma independiente junto a su padre nunca se desligó de su vida partidaria. Ha desempeñado cargos en el socialismo que van desde asesora experta electoral a encargada de relaciones internacionales del partido. Este último cargo le ha valido cosechar buenas relaciones, sobre todo, con el PSOE.

Sin embargo, fue en el 2014, cuando entró al ministerio de Justicia como jefa de la División Jurídica, que empezó a perfilar una carrera en las estructuras gubernamentales. 

Ahí, en el comienzo de la Nueva Mayoría, se reencontró con quien fuera su jefa quince años antes, cuando ejerció como procuradora en el Instituto de Normalización Previsional en tercer año de derecho: Ana Lya Uriarte.

El 2015 el ministro de Defensa de la época, José Antonio Gómez, para quien trabajaba como jefa de Gabinete, y Uriarte, la recomendaron para ser subsecretaria de las FF.AA. Ahí comenzó a cultivar una relación con Bachelet que no tardó en convertirse en amistad.

Más tarde, sería la misma Uriarte quien le pediría a Vodanovic que redactara los estatutos de la fundación de la ex presidenta, quien, mientras estuvo fuera de Chile, la visitaba cada vez que venía.

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Con todo, el ejemplo que mejor sintetiza la personalidad política de Vodanovic se dio el agrio 4 de septiembre del 2022 arriba del escenario de la Casa del Apruebo cuando el 62% del Rechazo era una realidad.

Entre medio de caras largas, cabezas gachas y gestos de “na’ que hacerle” de los dirigentes que lideraron la campaña, el presidente de Revolución Democrática, el senador Latorre, visiblemente abatido, empezó a ofrecer el micrófono tras reconocer la derrota.

Todos le hicieron el quite. No había nada que decir. 

Y, mientras algunos bajaban del escenario, Vodanovic tomó la palabra. “De pie, luchar, el pueblo va a triunfar”, empezó a entonar, buscando sacar ánimos de donde otros no los tenían.

Nadie la siguió. En la aplastante derrota nadie tenía energías. Sólo ella. 

—¡Cantemos po! —insistió, mientras bajaban del escenario.