Crónica

Mercado inmobiliario en Chile


Cómo arrendar se volvió crónico

La academia ya habla de “arrendatarios crónicos” en Chile: personas a las que se les hará muy difícil acceder a la vivienda propia por una serie de nuevas complejidades del mercado inmobiliario local. Los retos para acceder a un crédito, las tasas imposibles, los muchos requisitos para arrendar, la inflación y el IPC. Jóvenes solteros, parejas con hijos… Nadie se queda libre de la crisis habitacional y de los sueños frustrados. A diferencia de otros países, donde se puede vivir como arrendador porque la educación, la salud y la seguridad social están aseguradas, aquí todo se paga.

Es una aventura que te tomas con humor para no caer en frustraciones: buscar departamento. Nada de comprar, aquella operación está fuera de alcance, solo arrendar.

¿Comuna? No puede ser de las caras, esas que se conocen, pero tampoco las que experimentan precios que vuelan; no puede ser demasiado lejos de la pega pues entonces lo que te ahorres se te irá en transporte; ni una con malos índices de seguridad, otro tema que te preocupa.

¿Requisitos? Un poco más y te piden antecedentes penales y carnet de vacunación. Te topas con documentación de renta, de Dicom, los mismos papeles para tu aval y para tu co-arrendador. Ganar tres veces el valor del arriendo y que también lo haga quien vivirá contigo, pagar uno o dos meses de antelación junto con el clásico de garantía y, además, dejar un anticipo para reservar el departamento. A veces es peor y los costos están en UF y no en pesos.

Es caminar y caminar y visitar y visitar departamentos similares entre sí, pequeños muchas veces, con servicios en el edificio que sabes nunca ocuparás aunque tendrás que pagar de manera sagrada en los gastos comunes.

Es saber que firmas por seis meses con la condición de que el valor se renovará al finalizar el primer contrato de acuerdo con el IPC y temiendo la inflación. Temiendo que así sea el siguiente año y que después pares de contar cuántos llevas arrendando.

Revisas una de las páginas para buscar vivienda y ahí te encuentras una oferta que parece demasiado buena para ser verdad: “Depto en Ñuñoa 2d+2b en $295 mil”. Una vez haces click confirmas tus suposiciones pues se trata de un descuento de 50% en el primer mes, al segundo ya debes pagar esos $590 mil. Son muchos los avisos que tienen la misma dinámica.

Encuentras otro que te parece bien: “Parque Almagro 2b+2d en “375 mil”. Queda cerca de la Línea 3 y dice que los gastos comunes no superan los $70 mil. Ahora te toca llenar el formulario de contacto y esperar.

Un mensaje de Whatsapp:

–¡Estamos agendando visitas, cuéntanos si te interesa! –te escriben desde la corredora.

Piensas en tus tiempos, pero también en cuántos otros como tú estarán interesados en ese departamento.

–Lo antes posible, me gustaría ir mañana o si se puede durante el fin de semana.

–Podemos agendar mañana en la tarde.

Si crees que estás casi y que solo falta que te den los datos, te equivocas.

–Necesitamos eso sí que nos envíe sus últimas 12 cotizaciones de sueldo, seis últimas de AFP y una fotocopia de su carnet de identidad.

Suspiras mientras comienzas la recopilación de antecedentes.

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Lo complejo que se ha vuelto el mercado inmobiliario no se debe a un motivo en específico sino que a varios, argumentan quienes se manejan en el tema. De hecho, no se trata de un escenario que nació de la nada, sino que de varios factores que se han agudizado en la última década.

–Las dificultades de la compra están conectadas a las de conseguir un arriendo que no sea una carga financiera muy alta. El problema del acceso tiene todas estas variables, es generalizado y aborda distintas dimensiones. En Chile se ven muchos síntomas como lo difícil que es el acceso a un crédito, los precios de arriendo y alza de campamentos –dice Clemente Larraín, coordinador de estudios de la ONG Déficit Cero, una plataforma que busca que todas las personas tengan una vivienda digna.

–El sueño de la casa propia se convierte en pesadilla y no es solo un problema local en Chile, es global, en muchos lugares del mundo se vive esta crisis de acceso a la vivienda –explica Luis Fuentes, director del Instituto de Estudios Territoriales de la Universidad Católica (UC)– hay un crecimiento excesivo del valor de las viviendas en comparación a los ingresos de los hogares. 

Te topas con documentación de renta, de Dicom, los mismos papeles para tu aval y para tu co-arrendador. Ganar tres veces el valor del arriendo y que también lo haga quien vivirá contigo, pagar uno o dos meses de antelación junto con el clásico de garantía y, además, dejar un anticipo para reservar el departamento.

Entre quienes estudian el tema, también se argumenta que desde octubre de 2021 en adelante, debido a la economía internacional y situaciones internas de Chile, como el retiro de fondos de la AFP, la tasa hipotecaria subió de manera violenta y a esto se sumó la inflación. “Ocurrió este fenómeno de que la persona ya no podía acceder a la compra y por ende arrienda, lo que impulsa ese mercado”, dice Daniel Serey, gerente de estudios de la plataforma inmobiliaria Toctoc.com.

Además, si bien la política de vivienda social en Chile ha tenido éxito en términos cuantitativos. Montserrat Delpino, integrante del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI) y profesora del Departamento de Urbanismo de la Universidad de Concepción, dice que esto ocurre “tanto en la calidad de muchas de las viviendas producidas en el pasado, como en la de los barrios, carentes muchas veces de equipamientos básicos, de centralidades barriales, o acceso a áreas verdes de calidad. También se ha basado en la producción de vivienda social en la periferia, obligando a sus ocupantes a desplazarse largas distancias”.

Arrendar se vuelve aún más difícil cuando se elevan los precios y ese pago incide dolorosamente en el bolsillo, en especial de quienes se encuentran en posiciones de mayor vulnerabilidad.

Hay un estándar que recomiendan los organismos internacionales: el arriendo no debería superar el 30% de los ingresos. Pero hay familias que hoy gastan más y en el caso de enfermedades o de tener que solventar un gasto importante quedan en una posición grave. En la comuna de Santiago, por ejemplo, solo un 32% cumple con destinar el 30% de sus ingresos a sus arriendos, mientras que 70% destina más del 30%, señala Fuentes.

Muchas personas con dificultades económicas afectadas por el alza del arriendo se mueven hacia viviendas informales. “En el caso de los campamentos hay personas que antes arrendaban pero ahora viven ahí porque no pudieron seguir pagando”, dice María Paz Tribelcock, socióloga de la Universidad Alberto Hurtado.

El catastro de TECHO-Chile indica que más del 70% de las familias en campamentos declara habitarlos como respuesta al aumento en el valor de los arriendos urbanos. 

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Valentina González (34) está en una visita grupal a uno de los departamentos cuando se produce el momento incómodo. Junta a ella, una pareja con guagua y frente, la ejecutiva de la corredora que les ha mostrado el lugar.

–¿Vas a vivir sola o con una amiga, tu pololo?

La pregunta llega hacia el final del recorrido y delante de los otros interesados.

–No, voy a vivir sola.

–Pero es un departamento tan grande para ti, solita.

Lo es, aunque está dentro de su presupuesto.

–Bueno sí.

–¿Por qué?

Valentina todavía recuerda ese momento.

–Me incomodó más todavía porque la pareja seguía ahí también. Pensaba, ¿por qué tengo que estar dando explicaciones de la forma en la que vivo? Le dije “porque así son las cosas” y no lo hice en mala, sino que fue lo único que atiné a contestar. No quedé –relata.

Antes de la pandemia, casi nunca estaba en su departamento. Si lo veía, era casi solo para dormir, todo el día afuera por reporteos debido a su trabajo como periodista de un medio nacional. Por lo mismo, le era cómodo el arriendo, en Ñuñoa, de un departamento de un dormitorio.

No importaba que fuera pequeño, característica que sí se convirtió en un problema cuando el covid-19 golpeó al país y tuvo que pasar al teletrabajo.

Esos 30 metros cuadrados nunca habían lucido más claustrofóbicos.

–Durante la época más complicada de la pandemia, era remoto todo el trabajo y eso hizo que tuviera una relación muy distinta con el espacio donde vivía. Me di cuenta de lo chico que era, cosa que antes no había notado. Se sentía como estar en una pieza de hotel, pero sin todas las comodidades que eso implica.

En 2022 decidió que no, que no seguiría ahí. Si bien por entonces había vuelto a trabajar de manera presencial, ya había modalidad híbrida y horarios más flexibles que impedían regresar a como era antes de la pandemia.

–Empecé mi búsqueda. No había estado en contacto con el mercado de los arriendos en los últimos dos o tres años y me di cuenta que era aún más difícil. Visité algunos departamentos. Primero, todos eran muy, muy caros y ni siquiera estaban en buenas condiciones, requerían reparaciones y los sectores no eran necesariamente tan buenos.

En otra experiencia comprendió más sobre ese fenómeno de no a los solteros. 

En ese departamento no tuvo momentos molestos al visitarlo, pero tras no fichar, decidió consultar y supo que el dueño había preferido arrendarlo a una familia porque le daba más tranquilidad y más estabilidad. “El problema, según me explicaba la corredora, era que por ser soltera y ser relativamente joven se imaginaban que yo podía tener una vida muy impulsiva e inestable y que podía pescar mis cosas e irme fuera del país mañana y decidir cambiarme de región. De lo que fuera. Entonces no tenían ganas de proyectarse con alguien así”, cuenta.

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Terminar una relación ya es difícil de por sí, pero tener que adaptarse a las nuevas condiciones de vida le suma retos. Uno es cambiarse de vivienda. Camila Hernández (34) lo piensa desde que en mayo comenzó a buscar dónde vivir.

Con su ex arrendaba un departamento en Ñuñoa, cerca de Irarrázaval: 62 metros cuadrados, dos baños y dos dormitorios y, en resumen, muy bonito y cómodo. ¿El problema? Si bien juntos podían costear los $680 mil de arriendo, más $120 mil de gastos comunes, sola no lo logra.

–Fue una conversación que tuvimos en enero para que me quedara con el departamento. No terminamos para nada en mala y él se volvió al sur por trabajo, entonces me quedé acá, dividimos todo y pensé por un momento, muy tonto, que podría hacerlo, pero filo, no se pudo así que he estado buscando –cuenta la profesora de educación básica que trabaja en un colegio de Santiago con un sueldo que bordea $1 millón.

En estos dos meses puede resumir su experiencia con una simple palabra: complicado.

Hacía nueve años que no le tocaba entrometerse en el mercado inmobiliario. Entre estar cotizando en páginas web, yendo a ver departamentos y juntando los papeles, se le ha ido la paciencia y solo ha llegado la frustración.

–Ya tengo un departamento visto y espero firmar en agosto porque me tengo que cambiar antes de septiembre. ¡Me costó! O sea, igual sé que perdí tiempo y me puse media exquisita en la búsqueda, pero es tremendo lo caro que está todo y lo difícil que es arrendar.

Su experiencia le otorgó una conclusión entre varias: estar soltero es un nivel más de dificultad porque “tienes menos plata, de partida, un solo sueldo. Me topé con varios donde pese a que mi renta sí era tres veces el arriendo, aún así me pedían tener otro sueldo adicional. Y sueldo, nada de aval y esas cosas, querían que hubiera un sueldo extra y pucha, no se pudo no más”, explica.

–Sabía que con el estallido y la pandemia las cosas se habían complicado, obvio, pero estar viviendo la búsqueda ha sido horrible porque antes por la misma plata podía encontrar algo mejor, más grande y con menos gastos comunes, pero ahora ya no se puede más –concluye.

Ser joven podría considerarse un reto al momento de querer comprar o arrendar. Ser soltero lo hace más difícil. “En todo este fenómeno que se ha desarrollado el hogar y los ingresos cambiaron, en especial para los jóvenes que se quedaron fuera de la barrera de ser elegibles”, plantea Daniel Serey.

–El comprar se volvió muy caro y las personas que buscan arriendo son quienes antes compraban porque el arriendo era una última opción o para personas con bajos ingresos, pero hoy es un perfil que tiene mayor capacidad adquisitiva –argumenta Juan Pablo Fuentes, académico del Instituto de la Vivienda de la U. de Chile.

El especialista apunta a que el cambio en el perfil no tiene que ver solo con condiciones económicas, sino que demográficas: hay jóvenes que retrasan casarse, sin hijos, es gente que aumenta su poder adquisitivo por menos gastos, incluso tiene desapego a la compra de un bien raíz, el casarse y tener hijos obliga a comprar una vivienda muchas veces. “Hay un cambio cultural y generacional, entonces a muchos jóvenes el arrendar no les complica”, afirma.

Hacía nueve años que no le tocaba entrometerse en el mercado inmobiliario. Entre estar cotizando en páginas web, yendo a ver departamentos y juntando los papeles, se le ha ido la paciencia y solo ha llegado la frustración.

Luis Fuentes, quien también es investigador del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus) de la UC, señala que en la academia “se habla de arrendatarios crónicos a quienes se les hará muy difícil acceder a la vivienda. Es muy distinto a otros países donde una familia puede estar toda su vida como arrendador porque tienen otras áreas aseguradas como la educación, la salud o la seguridad social, acá la vivienda es lo que podemos heredar”.

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Es junio de 2021 y el banco está lleno. Son las 10 de la mañana y a Juan Francisco Nuñez (39) le sudan las manos de nervios, arrugando el papelito que indica su número y manchando la tinta que marca ese B29. 

Cuando lo llaman, apenas se sienta frente a su ejecutivo y observa su rostro predice lo que le dirá. Ya sabe que las tasas de interés están por los cielos, puede que no entienda mucho cómo funciona el Banco Central, pero sí ha seguido las noticias sobre el impacto que tiene en los hipotecarios la crisis económica.

–Lo mejor que le puedo recomendar es esperar unos meses, la economía debería estabilizarse y con eso podemos retomar la tramitación.

Escucha sin oír, sueños frustándose en segundos, el trabajo de juntar con su pareja un pie, la satisfacción de tener una preaprobación, todo desechado. A seguir arrendando.

–Me arrepiento mucho porque esperamos y creo que podríamos haber tratado de comprar a inicios de 2019, pero preferimos juntar más plata para el pie –afirma a dos años del momento en que le negaran el crédito hipotecario. 

Desde hacía tiempo venían preparando todo para comprar un departamento usado en la comuna de Independencia. Incluso habían ido a visitar unos cuantos en oferta.

El problema, cuenta el diseñador gráfico, es que “hoy ya se hizo imposible. Es verdad que seguimos teniendo un pie de unos cuantos millones, pero por tema de renta y del monto final del dividendo se complica todo. Antes, con la simulación que nos hicieron para el hipotecario, nos salía como $450 lucas al mes, sumando los seguros, pero ahora sale como $700 mil e igual nos da miedo la UF”.

Es muy distinto a otros países donde una familia puede estar toda su vida como arrendador porque tienen otras áreas aseguradas como la educación, la salud o la seguridad social, acá la vivienda es lo que podemos heredar.

Con su pareja, también diseñadora gráfica a quien conoció en una agencia de marketing hace 12 años, tienen otros gastos: deben pagar el CAE mes a mes, por sobre los $90 mil cada uno, créditos de consumo y cuentas habituales, junto con los gastos asociados a tener dos hijos de tres y seis años.

–Es súper frustrante porque se nos van los sueldos y no ganamos mal, hacemos como $2 palos entre los dos, pero no alcanza para ese ahorro necesario que se iba antes al pie, porque claro, para que nos baje el dividendo necesitaríamos subirlo mucho, pero en niveles que también son imposibles. Así que chao.

Su posición es la de seguir arrendando. Viven hoy en Recoleta, cerca de la avenida Santa María, y, agradece, no le han subido demasiado lo que paga: “Tenemos buena relación con la dueña, sin corredora, cuando llegó la pandemia hablamos y nos hizo reajuste de IPC no más. Pagamos unos $465 mil, pero tenemos dos dormitorios y dos baños. No estamos mal, si el tema era que de verdad queríamos comprar”.

–El porcentaje de la población que puede hoy conseguir un crédito es muy bajo, diría que un 10% de mayores ingresos y de ahí para abajo, quizás en ciudades donde los precios de la vivienda son más bajos, pero en general, una persona de clase media no tiene por donde ahorrar suficiente para el pie. No es solo tener la plata para solventar el dividendo, sino que juntar el pie –comenta Clemente Larraín, coordinador de estudios de Déficit Cero.

Un estudio de la empresa británica Online Mortgage Advisor mostró que Santiago es la segunda ciudad latinoamericana donde es más difícil comprar o arrendar una propiedad, solo detrás de Brasilia.  En el análisis se comparó el precio promedio de un metro cuadrado que puede adquirir una persona en el centro de la ciudad con el sueldo neto anual promedio de 2018 y de 2022. 

En Santiago, una persona podría adquirir solo tres metros cuadrados. 0,9 menos que en 2018. Además, tendría que pagar en promedio un 70% de sus ingresos para arrendar en el centro, un alza de 10% en comparación con 2018.  

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Las cosas están cambiando, al menos en la economía. La estabilización de los últimos meses muestra escenarios más positivos en cuanto a los valores de arriendo. De acuerdo con Toctoc.com en comunas como Santiago se ha notado una caída en los precios de un 11% respecto a lo que había hace un año: de $418 mil a $376 mil en promedio.

Con todo, los especialistas concuerdan en que se deben implementar apoyos como solución a la crisis.

–El Estado, en términos de política pública, debe apuntar al fomento del arriendo; facilitar las opciones para responder a los nuevos perfiles y demanda. En términos de política habitacional, los programas deben expandirse –plantea Juan Pablo Fuentes.

Coincide la socióloga María Paz Tribelcock: “Es importante ir modernizando la política de vivienda, reconocer las nuevas formas de hogares (...) Además, la política no puede solo subsidiar a personas, sino que también los lugares donde la gente quiere ir a vivir: fortalecer el transporte público, las condiciones de vida, los servicios, acceso a la salud, colegios, etc”.

El año pasado, el gobierno de Gabriel Boric anunció el Plan de Emergencia Habitacional que tiene como objetivos entregar 260 mil viviendas durante la administración. Para lograrlo, por ejemplo, uno de los problemas es la escasez de suelos bien ubicados y su alto valor, por lo que un eje del programa es la gestión de suelo público y, según datos del Ministerio de Vivienda, en 2022 ya se incorporaron 828,08 hectáreas al Banco de Suelos a nivel nacional. 

El jefe de esa cartera, Carlos Montes, explica que, además, en febrero se lanzó el Fondo de Garantías Estatales (Fogaes) para apoyar directamente la compra y construcción de viviendas, pero los bancos deben hacer y aportar más en esta emergencia habitacional y avanzar, de manera gradual, en dar más oportunidades de acceso al crédito a las familias y a las empresas.

El arriendo, en tanto, va de la mano con la disponibilidad de viviendas y, por lo mismo, avanzan en desarrollar un “parque de viviendas públicas y de entidades sin fines de lucro para arriendo a precio justo”.

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Antecedentes recopilados. Ya tienes en PDF las cotizaciones de AFP, las liquidaciones de sueldo e incluso un certificado de previsión, junto con la fotocopia de carnet y una que indica que tu contrato de trabajo es indefinido.

Sueldo, lo que se puede. Ya estás pensando en algún familiar cercano que pueda servirte de aval porque tienes claro que sí o sí te lo exigirán en todos los trámites.

Te llega el mensaje de confirmación para que puedas ir al departamento en una hora más. 

Vas en metro hacia el edificio que queda a unos 20 minutos de tu trabajo, la característica que hace a esta oferta tan tentadora. 

En la recepción te espera la ejecutiva, una sonrisa en su rostro mientras empieza a narrar el testamento de virtudes que tiene el departamento junto con las comodidades del edificio. Suben al ascensor, piso 8, entran al lugar: una cocina americana, un living, una terraza, más allá, los dormitorios y los baños.

Te interesa.

–¿El agua se paga aparte, cómo se hace?

–El agua caliente se paga dentro de los gastos comunes. La cocina es toda eléctrica.

Haces otras preguntas mientras revisas todo: encuentras algunos defectos, principalmente el piso flotante desgastado y el papel mural dañado en los dormitorios. Pero te gusta.

Con su pareja, también diseñadora gráfica a quien conoció en una agencia de marketing hace 12 años, tienen otros gastos: deben pagar el CAE mes a mes, por sobre los $90 mil cada uno, créditos de consumo y cuentas habituales, junto con los gastos asociados a tener dos hijos de tres y seis años.

El problema es que todavía no tienes el dinero suficiente para pagar el mes de garantía y los dos meses de anticipo que se exigen. Esperas en unas semanas lograrlo.

–Si le interesa le puedo hacer una reserva, con eso lo dejamos de mostrar porque este departamento es muy cotizado, nos piden muchas visitas.

–¿Y cómo hago eso?

–Tiene que dejar un mes de arriendo.

Bueno, la verdad es que tampoco te gusta tanto.