Santiago Restrepo lleva más de una década construyendo en Medellín una fortaleza de cemento y hierro que tal vez nunca vaya a habitar. Su pasatiempo es cargar piedras, mezclar cemento y dirigir albañiles. Los únicos apurados por tener nuevo hogar son sus tres perros. Restrepo no tiene pareja ni hijos.

Cuando recorre Antioquia montado en su motocicleta de 600 centímetros cúbicos de cilindrada, presta atención a las marcas de la estética narco en las paredes, en las casas y en la ropa de la gente. Cuando camina la ciudad, para la oreja para escuchar las huellas que Pablo Escobar dejó en el habla y la música de los paisas. Algunas de sus ideas sobre el espacio urbano las escribió en El carácter débil de lo público. Un encuentro reflexivo con la ciudad y el espacio público.

Sus primeros intentos como estudiante fueron en veterinaria. Las Cartas a Lucilio, de Séneca, le habían inoculado el amor y el cuidado por todo lo que lo rodeaba, animales incluidos, claro. Pero el fanatismo por los libros pudo más y se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Restrepo se especializó en Literatura Latinoamericana; también en Hermeneútica y Semiótica del Arte. Tiene un Mágister en Estética (Universidad Nacional de Colombia) y es candidato a doctor en Filosofía Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.

Todas las mañanas se propone dos cosas: vivir cada día como si fuera el último y tratar de estar en armonía con los demás y con su entorno. Admira a los que lo logran.

El 7 de agosto caminaba por una pendiente. Detrás, iba un campesino de unos 80 años que subía casi sin esforzarse. “Deberían hacer otro camino para facilitar la subida”, dijo Restrepo. “Este es tan solo un camino entre muchos, y me gusta. Para mí es un camino con corazón –dijo el viejo- ¿Su camino tiene corazón? Si no tiene, lo matará. Busque un camino con corazón”.

A la noche, Restrepo seguía pensando en lo que había dicho el viejo.