No servís para nada. No servís para nada. No servís para nada.
Mariano Enríquez -Nunö- decidió ser ilustrador cuando se dio cuenta de que lo que le decían los demás era cierto: no servía para nada.
Dibujó, dibujó, dibujó y dibujó y se fue transformando, de a poco, en un referente indiscutido de la ilustración argentina.
Artista visual, diseñador y músico, sus trabajos fueron publicados en medios gráficos, galerías del país y del mundo, afiches para obras de teatro, portadas de discos. Amante de la imaginería tradicional de Oriente, estas corrientes se hacen presentes en su obra: experimentación, azar y mística.
Fanático de la cultura japonesa, el animé, los cómics, los personajes monstruosos, la fotografía, la música “podrida”, las artes marciales, es, para sus colegas, una rara conjunción de ternura, alegría, diversión, sutileza, oscuridad, misterio, angustia, solidez.
“Me gusta la idea de agarrar pedazos de cualquier cosa y fusionarlo en una sola. Mezclar, siempre mezclo. Eso me gusta como concepto de vida”, dijo alguna vez.
Le gusta pensar la vida en segundos. No en meses, semanas, días, horas.
Ayer tomó un helado y tiró una flecha.