Mónica Bernabé enfiló hacia las letras leyendo poesía. A los catorce años y en soledad, recitaba apasionadamente las "Esquilas mustias" de Vallejo, la "Inquietud del rosal" de Alfonsina y “El verso azul" de Rubén.

En ese tiempo, la literatura cumplió la función de mitigar su padecer adolescente. Hoy mismo le sigue funcionando de manera parecida porque leer, para Mónica, es una forma de hacer "rancho aparte".

Es Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires y especialista en literatura y cultura latinoamericana. Es Profesora Titular de la Cátedra Literatura Iberoamericana II en la Universidad Nacional de Rosario donde, además, es Coordinadora Académica de la Maestría en Estudios Culturales.

Ha sido profesora invitada en la Universidad de Buenos Aires, en la PUC de Río de Janeiro y en la Université Lumiére Lyon 2. Publicó Vidas de artista. Bohemia y dandismo en Mariátegui, Valdelomar y Eguren (Beatriz Viterbo / IEP) y numerosos artículos en revistas y volúmenes colectivos nacionales y extranjeros.

El último libro que leyó fue Periodismo todo terreno, las crónicas de Enrique Raab que editó María Moreno. Le interesan esos movimientos de letras.

“Volver a Raab, por ejemplo, recuperar esas crónicas y revisar los archivos es una tarea imprescindible. La ironía y la sutileza intelectual de Raab lo perfilan como el Monsiváis argentino. Podía escribir una nota sobre el gordo Porcel o Mirtha Legrand con la misma pasión crítica que aplicaba a Copi o Bergman. Esas notas recuperadas son las lecciones de escritura de un cronista excepcional.”

Dirige el Proyecto de Investigación: “Políticas de la cultura y experiencias de las vanguardias en el campo intelectual iberoamericano”. En 2011 obtuvo la Beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation con un proyecto de investigación sobre la cuestión del espacio en el límite de la literatura contemporánea.

Ahora está en La población, Traslasierra, Córdoba. Sin vecinos, sin internet, sin radio, sin televisión. Fuera del mundo, dice Mónica.  Se acuesta temprano y se levanta cuando sale el sol que aprieta si uno duerme sin persianas ni cortinas. Ayer leyó todo el día con la intensidad que se logra en veinte días de soledad.

Sus mascotas fueron las sucesivas gatas de mi hija Lucía. La molestia de los comienzos fue mutando en admiración por sus poses y sus estrategias. Le gusta mirar a los gatos, disfruta de su altanera indiferencia.