Nació en Buenos Aires cuando la década del ´60 apenas comenzaba, y llegó a conocer a los vendedores ambulantes de leche o de pescado que pasaban regularmente por la puerta de su casa. Se formó en el Colegio Nacional de Buenos Aires en plena dictadura, y entre clases de latín y desfiles con los militares en las fiestas patrias la fue llevando hasta que, puesto a elegir carrera universitaria se decidió por la Licenciatura en Economía, que a juicio de varios no había sido tan destruida por la cultura castrense. Así fue que ingresó al amplio mundo de la economía, ciencia social –dice- con pretensiones rigor no siempre verificados.
La primera imagen que Gabriel recuerda de su paso por la facultad, es la de la chimenea de la morgue judicial que daba justo sobre el patio de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. El olor que más le gusta no es el de ese humo, no. El que más le gusta es el de las salsas que prepara su vecino los domingos al mediodía.

No sabemos, no obstante, si Gabriel probó esas salsas, ni si se lleva bien con su vecino. Lo que sí sabemos es investigador y docente de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín.

Se dedicó al desarrollo económico y a las políticas públicas, y le interesa tanto estudiarlos como participar en su diseño y en su implementación.

Lo mejor que le pasó ayer fue que cenó con su hija mientras escuchaban a Horacio Molina.