En Madrid, Diego Spivacow fue relacionista público de boliches, tocó el saxo en las calles, comuniones y casamientos, se disfrazó de un mago en un shopping, y también de Willy Wonka hasta que un nene lo escuchó hablar y le dijo que era un travesti, un argentino travesti. A los 23 años, un año después de volver a la Argentina decidió dedicarse a lo que en serio le gustaba: la fotografía.
Le gusta, en particular, una que hizo mientras vivía en Madrid. Se ve la pared marrón y un pedacito del techo con una parte muy descascarada. Por la pared chorrea una mancha de humedad, desde esa especie de flor que se forma por la pintura seca que cuelga. También la cruza alguna grieta. La luz es muy suave y llega desde abajo.
Participó en talleres con Diego Bianchi, Alberto Goldenstein, Mónica Girón, Fabiana Barreda, Guillermo Ueno y Eduardo Gil. Está terminando la Licenciatura en Artes Plásticas en la UBA y fue seleccionado en varios concursos como el Premio Klemm y Photo España.
Antes de dormir, piensa en que es una hoja liviana que cae desde un lugar alto, yendo de un lado hacia otro, de un lado hacia otro, indefinidamente, como si no hubiera suelo, como si la vida se tratara de eso: disfrutar la caída, suave, para nunca aterrizar.