Una vez, antes de ir a una despedida de soltera, Camila Bretón fue a hacer una nota al Club de Pescadores. Terminó la entrevista, agarró sus cosas y se fue. En la autopista, se dio cuenta de que se había olvidado una bolsa con cotillón. No sabe qué cara puso la persona que al abrirla, encontró al menos diez preservativos llenos de agua y harina. Periodista, trabajó mucho tiempo como camarera de los mejores restaurantes de Buenos Aires. En 2007, decidió dar la vuelta al mundo empezando por Oceanía. Trabajó limpiando cuartos de hotel durante un año y con la plata que ganó siguió el viaje por Asia, África, Europa y América. En el aeropuerto de un país lejano, le dijeron que tenía sobrepeso. Así no podía viajar. Le quisieron cobrar. Ella no tenía plata. Abrió la valija y empezó a sacar ropa que dejó, doblada, en una silla del aeropuerto.
Cuando sonríe, se le hacen hoyuelos y los ojos le brillan intensos. Trabaja como asistente de corresponsales del Financial Times, haciendo producción periodística, agenda y entrevistas. Y, freelance, como colaboradora de distintas revistas como Rumbos, Rolling Stone, Diario Z, La mujer de mi vida y la revista institucional de la Universidad Nacional de San Martín.
Por el periodismo resignó el hippismo, pero evitó trabajar en una oficina diez horas y tomar un tren de arvejas humanas cada mañana. Le gustan los autos viejos: después de tener un Colt del 82, desde hace años maneja un Opel k 180, naranja furioso.