Cuando cumplió seis años, Aldo Galante descubrió sus dos pasiones, la medicina y el buceo. Supo convivir con ellas a lo largo de cuatro décadas: se recibió como Cirujano Vascular en la Universidad de Buenos Aires, ejerce su profesión en hospitales públicos y privados y, en cada viaje que realiza, se sumerge en el mar para observar la vida subacuática.
Entre incursión e incursión, se dio cuenta de que la única manera de recordar lo que había visto era tomando imágenes. En el 2001 comenzó a perfeccionarse en la fotografía submarina y transformó lo que inicialmente era una herramienta de registro en una obsesión artística. Diez años más tarde, ganó el premio Clarín Viajes.
La foto que más recuerda es el retrato de un Tiburón Blanco en primerísimo primer plano saltando fuera del agua en las costas de Gansbaai, Sudáfrica.
Para ilustrar la crónica de Catalina Dowbley y Juan Baldovino, recurrió a los organismos que viven debajo del mar y que “modelan” ante su cámara. Sorprendió a muchos integrantes de la redacción: la analogía con las arterias, el flujo sanguíneo y los lóbulos del cerebro es casi perfecta.