Al acostarse, Agustina Grasso piensa en si es feliz, si el día valió la pena, si mañana habrá revancha. Un día cualquiera de esta semana, acostada en la cama, de repente, se dio cuenta de algo: le faltaba el celular. Pensó, pensó, pensó y descubrió que se lo había olvidado en el bar donde había cenado.
Agustina es distraída: cuando viaja en tren, lee. Suele pasarse de la estación.
Trabajó en la revista de la Unión Obrera Metalúrgica, en el periódico de la Universidad de la Matanza. Colabora con el diario Perfil, Miradas al Sur, Tiempo Argentino y escribe crónicas para la revista Código Topo del diario mexicano El Excelsior.
Es docente en talleres de redacción periodística de la Universidad Nacional de Avellaneda y la Universidad Nacional de La Matanza.
Unos días antes de ir a hacer una nota de Anfibia se compró una cámara réflex. Había sacado, algunas, pocas, fotos antes pero cuando el entrevistado le dijo que a la nota sólo podía ir una persona se envalentonó y actuó de profesional.
Cuando vuelve a su casa, suele encontrar a Simona, una perra cocker color té con leche, con un oso peluche en la boca.