Después de pegarle un balazo en el corazón a uno de los tres hermanos Brittle, Django corre unos metros, toma un látigo y azota a otro de los hermanos. Cuando lo tiene vencido en el suelo, lo ejecuta de cinco disparos. Esa escena brutal es la preferida de las últimas películas que ha visto Agustín Baridon, fotógrafo nacido en Paraná, Entre Ríos.
A los 17 años, Baridon se fue a Buenos Aires. Estudió cine y fotografía en la UBA y en la Escuela Nacional de Fotografía. La primera lección la había aprendido unos años antes, cuando su papá le enseñó cómo funcionaba el diafragma y el obturador de una cámara Yasica. Ese recuerdo –su padre, la Yasica- se le vino a la mente cuando, después de dos años de ahorrar, pudo montar un laboratorio completo de revelado y copiado que hoy tiene instalado en su casa de Paraná. Copiar una foto es sacarla de vuelta, le dijo a Baridon un amigo.
Ese costado artesanal se cruza con otra pasión de Baridon: los deportes extremos. Ha fotografiado competencias de skateboarding, roller agressive, longboard. Y los patines y skates se cruzan también con otra actividad que también ama: el teatro. En Paraná, diseñó, iluminó y fotografió obras de teatro.
Cada tanto busca entre sus libros uno de Susan Sontag: Sobre la fotografía. Es su preferido. Porque tiene un mensaje claro y con el que siente interpelado: doma a la bestia o muere en el intento.