–Odio decir que lo mío es diferente. Pero sí siento que es un poco diferente.
Eso dice Fernanda Sepúlveda, la cantante chilena de 20 años que ha surgido como una de las figuras con más potencial de la música sudamericana contemporánea. Ella es Akriila.
Hablar con Akriila o sobre ella es abrir la puerta a la aparición de una cantidad inmensa de influencias y referencias, reflejo perfecto del mundo creativo de una artista formada por la infinita posibilidad de recursos e información que ofrece internet. Solo en el ámbito musical, en la conversación pueden surgir nombres tan variados y disímiles como Violeta Parra, Miley Cyrus, Sui Generis, Los Prisioneros, Julieta Venegas, Princesa Alba o Björk. El abanico se abre aún más si se consideran otras disciplinas, como el cine, la poesía o el transformismo.
El resultado de todas esas conexiones está a la vista, aunque aún en expansión. Akriila es una maipucina que remeció el mundo del trap nacional con su aparición en 2020. Lejos de conformarse con eso, su propuesta ha ido creciendo en popularidad y haciéndose más compleja, uniendo dos variables que no siempre van de la mano y agrupando etiquetas como “urbano”, “indie” o “alternativa”, siendo todas esas y ninguna de ellas a la vez.
Akriila es una de las tantas jóvenes que vio en el encierro pandémico la oportunidad para concretar sus inquietudes artísticas. Desde niña era fanática de la música. No salía a ningún lado sin sus audífonos y se nutría de la afición de su padre y su hermana mayor por tocar instrumentos. Había soñado con ser cantante y más tarde le había escrito canciones a su polola, y aunque ese impulso se difuminó en un momento, los meses de cuarentena lo trajeron de vuelta.
En ese tiempo cursaba tercero medio y estaba obsesionada con la música de Gianluca y Princesa Alba, así que decidió que era el momento de hacer una canción. Por $5.000 pesos compró un beat a un amigo que hacía música y se grabó con el celular. Después pasó esas pistas al computador y las montó en una sesión del popular programa FL Studio.
Con los días, empezó a repetir el ejercicio, incorporando paulatinamente mejoras técnicas. Se dio cuenta que si se encerraba en el auto a grabar, su voz se escuchaba mejor, y luego se compró su primer micrófono e interfaz. A las pocas semanas subió a internet sus primeras canciones.
A pesar de lo amateur del contexto de producción de esos temas, el potencial estaba más que a la vista. Como escritora, demostró dominar al revés y al derecho los códigos del fenómeno urbano pero también se permitió incorporar los suyos propios. En el puñado de canciones que Akriila publicó en 2020 destacan frases de un valor que se echa de menos en las listas de popularidad de la música urbana nacional.
En “Velour”, rapeaba: “Yo no creo en el capital pero me gustan las tillas”, evidenciando una visión política, desde un lugar transparente e irónico, imposible de encontrar en la discografía completa de la mayoría de los artistas del mainstream actual, y que se repite en varias de sus letras. En “Nadie me conoce”, decía; “Fuego pa’l sistema que hasta a mí me caga a diario, también pa la yuta y pa’l sistema carcelario”.
Estas referencias vienen de inquietudes sociales que la han acompañado toda su vida. Su mamá es educadora de párvulos, su papá fue profesor universitario y dos tíos, su abuela y su padrastro trabajan o trabajaban en colegios. Con ellos, cada almuerzo familiar acarrea extensas conversaciones sobre la contingencia nacional. Por eso, quizás, durante su adolescencia Akriila pensó en estudiar ciencias políticas y junto a sus amigos no se perdía ninguna marcha.
–Estaba en un círculo muy políticamente activo. A veces era demasiado, pero me sirvió mucho para darme cuenta también de la realidad que yo vivía. Me interesa ser una persona que tenga esa voz y ser una vocera también. De chica castigaba mucho cuando alguien tenía mucho poder en la voz y no era capaz de decir nada. Y hasta el día de hoy creo eso –dice Akriila.
Aunque no todo es rabia antisistema. En esas primeras canciones también había momentos de mucha honestidad emocional. En “Espejo gris” cantaba: “Crezco desnudando mi mente del asco que me causa amanecer”, abriendo la puerta a una sensibilidad poética y una intimidad recurrente en su obra, que pareciera ser una de las razones de por qué su música ha logrado conectar con tantos jóvenes.
–La primera vez que la escuché me impresionó mucho las palabras que usaba y las rimas que tenía. Creo que en ese tiempo hacían falta mujeres dentro del trap –recuerda Condy, cantante y diseñadora de vestuario, que hoy es una de las amigas y colaboradoras más cercanas de Akriila.
Heartgaze, productor argentino con el que está trabajando actualmente, entrega un testimonio similar:
–Ella tiene una forma de escribir muy interesante. Me acuerdo que el primer tema de ella que me hizo mucho ruido fue ‘Stefany’ porque sentía que la forma en que ella presentaba a este personaje que se roba los flashes y la forma en que describía las imágenes era muy cool y muy poco básica.
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En la mayoría de las letras de Akriila, las aproximaciones románticas o sexuales son dirigidas a una mujer. Aunque hoy en día es casi una tendencia que artistas femeninas desafíen la heteronorma en sus canciones, la verdad es que en 2020 eran pocos los referentes que lo hacían en Chile y menos en el género urbano.
–Nunca me lo cuestioné porque era mi forma de querer. Desde que soy chica he sabido que me gustan las chicas. Probablemente también me gustan los chicos pero es mucho más intenso con las chicas. Siempre he tenido relaciones serias con mujeres, entonces siempre canto para mujeres. Es algo que es mi vida y la música la hago para mí. De hecho en el álbum que estoy trabajando hay letras con pronombre masculino pero ni siquiera porque le estoy cantando a un hombre, sino porque siento que a veces también yo me refiero a mí misma como hombre –explica la cantante.
Ella cree que es importante que las nuevas generaciones tengan referentes LGBTIQ+ en los que puedan verse reflejados, tal como le pasó a ella cuando descubrió el reality show “RuPaul’s drag race” o cuando se enteró de que Miley Cyrus era abiertamente bisexual.
–Es mi artista favorita. No porque hasta el día de hoy me guste su música, porque de hecho la escucho muy poco, pero sí fue una artista en la que yo me refugié mucho tiempo –reconoce.
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Con las restricciones sanitarias aún activas, Akriila vio desde su casa como su propuesta comenzó a ascender. A través de las redes sociales empezó a ganar seguidores, conectar con otros artistas y difundir su música. Pero todo eso seguía siendo muy poco tangible, faltaba una prueba de fuego, empezar a cantar en vivo.
Ego Bloy, uno de sus productores de cabecera, con quien empezó a trabajar durante la pandemia, recuerda que las primeras tocatas de Akriila demostraron que su carrera musical tenía proyección. Esas canciones que nacieron en el encierro habían conectado con otros jóvenes en la misma situación y quedó demostrado a la hora de interactuar con ellos en persona. La respuesta del público no solo era muy potente, sino que también cariñosa, ya que muchos llegaban con regalos para la cantante.
–Ahí se sintió que esto iba en serio. Fueron situaciones en las que yo me paré y pensé: ‘Wow, esta hueá puede generar algo’. En la primera tocata de la Akri yo le tiré sonido y eso que ni sabía tirar sonido. Y la energía de la gente fue muy intensa –dice el productor.
Akriila lo complementa:
–Ni cagando tenía esas expectativas. Lo que yo pensaba era hacer música de hobbie y cuando empecé a salir un poco de mi casa postpandemia vi que estaba funcionando. Cuando me empezaron a invitar a eventos me di cuenta que realmente había gente que me cachaba y que existía porque claramente antes era algo virtual que yo no veía y no sabía qué tan bien me estaba yendo.
Con la salida al mundo real, el proyecto de Akriila tuvo más oportunidades de mostrar su potencial, no solo a través de los conciertos sino que en todo el aspecto visual, una de las obsesiones de la cantante desde que era niña y que avanzaba paralelamente a sus ganas de dedicarse a la música. Cuando era chica disfrutaba grabándose en un tablet y editando los videos y más adelante incluso quiso estudiar cine pero sus papás no la dejaron.
Llegaron las sesiones de fotos y los videoclips y el mundo creativo de Akriila se siguió expandiendo. Fue por entonces que nació uno de los sellos identitarios de su propuesta.
–Lo que pasaba es que yo era muy tímida cuando empecé y a veces llegaba a eventos y la gente me decía: ‘Oh, no había cachado que estabai…’. Porque claramente yo era una niña muy chica, que se vestía muy piola y que tenía el pelo café. No era nada impactante verme.
Primero decidió transar con parte de su discurso anticonsumo, aunque a su manera. Empezó a preocuparse más por la ropa que se ponía, comprando en la feria y luego poniéndose en contacto con marcas independientes. Pero lo más importante fue la decisión de teñirse el pelo rojo, color que hasta hoy viste su flequillo recto y que se ha convertido en una suerte de marca registrada.
Fiel reflejo de lo mucho que se preocupa por su propuesta visual es el cuidado que le da a su cabellera. No se baña ni en la piscina ni en el mar, se ducha con agua fría y solo usa productos veganos y sin sal.
–Es como si fuese mi hijo –acota.
Para Akriila, su proyecto es 60% música y 40% visual, por lo mismo, a medida que ha ido creciendo también se ha ido asociando con profesionales que la han ayudado a fortalecer esos aspectos. Hoy son parte de su equipo estable el director creativo Lucas Moreno y la fotógrafa Choko.
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Si bien la carrera de Akriila ha ido en constante ascenso, los últimos meses ese crecimiento ha sido exponencial y ha acarreado bastantes hitos. En enero la revista Rolling Stone la mencionó como uno de los 19 artistas latinos que seguir este 2024 y unas semanas después, apareció como una de las invitadas en “Planes de medianoche”, el nuevo álbum de Young Cister, uno de los lanzamientos más esperados del urbano chileno. Entre un desfile de estrellas internacionales como colaboradores -como De La Ghetto, Álvaro Díaz, Morad y Fuego- el nombre de la maipucina no destiñe y muestra su versatilidad en una canción que transita desde la electrónica al reggaetón.
A fines del año pasado su nombre fue anunciado como parte de las próximas ediciones de importantes festivales hispanohablantes, como Lollapalooza en Chile y Argentina, Estéreo Picnic en Colombia, Ceremonia en México y Rio Babel en España. Esas fechas serán una buena oportunidad para expandir su propuesta y Akriila lo sabe.
–Claramente nadie me conoce en México pero la idea es ir para allá y que digan: ‘Wow, ¿quién chucha es esta hueona?. Voy a llegar a escucharla a mi casa y cuando vuelva a México voy a comprar un ticket’ –comenta.
La llegada de la cantante a estos importantes escenarios ha sido bajo el alero de Lotus Records, el nuevo proyecto de la productora detrás de Lollapalooza Chile, que a fines del año pasado comenzó a funcionar también como sello discográfico y oficina de booking y management de artistas, con Akriila como parte de su catálogo.
Para Patricio Subiabre, gerente de Lotus Records, Akriila está a la cabeza de una camada de artistas que viene a renovar la música chilena, entre los que también destaca a Kidd Voodoo, Easykid y Facebrooklyn:
–Son propuestas muy cuidadas artísticamente y no solo de ellos, sino que en compañía de equipos de trabajo y desarrollo súper interesantes. Ellos han impulsado esta movida y nosotros somos los responsables de sumarnos. De alguna manera nosotros nos estamos acoplando a ellos. Y me parece súper interesante porque va abriendo un poco el espectro de lo que es la música urbana, que a nivel mainstream o del medio masivo tiene una mirada que ya está obsoleta, porque va variando día a día, semana a semana.
Más allá de las giras internacionales, hay otro acontecimiento que podría marcar aún más el año de Akriila: La publicación de su disco debut. Si bien el año pasado lanzó “001”, una colección de canciones de trap que definió como un mixtape, lo que está trabajando actualmente es un álbum con todas las de la ley, en el que hay involucrado “mucho más tiempo, más plata y más estudio”.
Para lo netamente musical, se ha rodeado con un equipo de productores conformado por Egobloy, Vinco y Heartgaze, además de colaboraciones puntuales de Red Fingers y Taiko, el mismo chileno que ha puesto su firma en discos de Bad Bunny y J Balvin.
Los otros aspectos del álbum también se han estado cocinando de forma colaborativa, muy a su estilo. Por ejemplo, en diciembre se rodeó de sus colegas más cercanos para pasar unos días en Punta de Lobos, con el objetivo de trabajar en el disco. Una de las actividades fue un taller que dio la poeta Cristalina Parra, nieta de Nicanor y amiga cercana de Akriila.
–En esos talleres todos escribíamos y al final era como un trabajo muy comunitario y de compartir. A la Akri le gusta mucho trabajar en equipo porque se da cuenta de que necesita un equipo grande si quiere llegar lejos –comenta Condy.
Los involucrados no esconden que las expectativas con el álbum son altas. “Está en el momento en que ella puede influenciar mucho el contexto en el que está”, dice Heartgaze. Ego Bloy añade: “Espero que presente nuevos caminos para las nuevas generaciones y que pueda quizás desmonopolizar un poco lo que está sonando ahora”.
También dicen que quieren poner sobre la mesa estilos que no se han escuchado tanto en Chile y darle un vuelco a los que sí son más populares, pero lo más importante es que se mantenga vigente con el paso del tiempo.
–Quiero que se pueda escuchar en cinco años más, que sea algo muy atemporal y no pasajero –resume Akriila.
Aunque todos los ojos estarán sobre el álbum, la inquieta mente creativa de Akriila ya tantea otros terrenos. Ha manifestado su intención de escribir canciones para otros artistas y confiesa que uno de sus sueños es publicar un libro de poesía.
–Me interesa mucho llegar a ser un tipo de artista que hace de todo un poco y solo porque le gusta.